Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En verdad que no recuerdo en mucho tiempo, tanto desdén presidencial contra los estudiantes, sobre todo contra los niños y las niñas en sus primeros pasos por la educación primaria, tal como vemos ahora. He aquí otra tragedia más que nos trajo el nuevo gobierno.

Cuando por alguna razón, algún medio se atreve a cuestionar al señor presidente López Obrador, por supuestos actos de corrupción entre sus familiares y funcionarios, o por la ineficacia de su gobierno en determinadas áreas, él siempre afirma enfático como para indicar que es la última palabra: “¡No somos iguales!”. Así dice refiriéndose a los gobiernos anteriores. Y es cierto. No son iguales. Pero eso no significa que sean mejores. Y, tal como referiré más adelante, en muchos casos a mí me parece que son incluso peores.

Para entender mejor esto último que digo, remitámonos por ahora a un tema que causa grima tan sólo de referir; me refiero, a la suerte que les ha tocado vivir a los niños mexicanos, es decir, a nuestros hijos, bajo el actual gobierno autodenominado de la cuarta transformación.

Primero vino la pandemia. Y, sin ningún plan serio de acción concreto, se ordenó intempestivamente el cierre inmediato de todas las escuelas. Luego, con una reacción sumamente tardía, se pretendió con un fallido programa creado ex profeso, llevar a todos los niños, en sus casas, con internet y señal televisiva, los conocimientos que sólo la escuela y sus maestros son capaces de dar.

El saldo trágico de esto ya es conocido. Así los dijo Inegi en su Encuesta para la Medición del Impacto del Covid-19, en los datos que publicó el 24 de marzo del año 2020. En el ciclo escolar 2019-2020, un total de 1.8 millones de estudiantes no concluyeron sus estudios (1.5 millones de escuelas públicas y 243 mil de privadas). Para el ciclo 2020-2021, fueron 5.2 millones de estudiantes los que ya no se inscribieron, el 9.3% de la población total de entre 3 a 29 años. Inegi precisó: el 26.6% afirmó, que “las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje”; el 25.3%, que, “sus padres o tutores se quedaron sin trabajo”; y el 29.9%, que carecen de computadora, de otros dispositivos o conexión a internet”.

Después vino la vacuna contra el Covid-19. Y cuando se le reclamó al presidente por no haber promovido la vacunación de los niños, niñas y adolescentes de todo el país, su subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, afirmó que no se les vacunó, porque ellos tienen un riesgo “muy, muy, muy bajo de morir por covid -19” (El Financiero, 28 de enero de 2022). ¿Y qué, acaso todas las consecuencias de la enfermedad del contagio, no significa también morir un poco? No hay de otra. Diga lo que diga el presidente, en verdad es cierto que a su gobierno no le importa la suerte de los niños. ¿Acaso será porque ellos no le pueden reportar aún los votos, que tanto persigue para perpetuar a su partido en el poder?

Pero si alguna duda cabe aún de lo que digo, tenemos ahora la cancelación del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC). A principios del mes de marzo, los medios informaron la decisión del gobierno federal de cancelar esta modalidad de escuelas. Durante una conferencia mañanera, la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, afirmó que estas escuelas se solventaban con los recursos del programa La Escuela es Nuestra, “pero de momento hay muchas con necesidades básicas como agua y sanitarios que se deben atender” (El Financiero, 2 de marzo). Así argumentó la funcionaria.

Y es cierto, la infraestructura educativa de todo el país también está en condiciones verdaderamente deprimentes, pero, ¿por qué sacrificar la educación de los niños y las niñas, en vez de las obras faraónicas que ya conocemos todos los mexicanos? La ONG Mexicanos Primero, afirmó que la cancelación del PETC afectó a 3.6 millones de niños, niñas y jóvenes, y que esta acción viola los derechos humanos de los estudiantes (medio citado).

El Programa de Escuelas de Tiempo Completo tuvo sus inicios en el año 2007. Nació como una propuesta pedagógica innovadora, cuyo objetivo general, era generar ambientes educativos propicios para ampliar las oportunidades de aprendizaje y el desarrollo de competencias de los alumnos, conforme a los propósitos de la educación pública básica, y desde la posibilidad que ofrece la incorporación de Líneas de Trabajo en la ampliación de la jornada escolar (Diario Oficial de la Federación, DOF, 2008). Y, ¿cuáles eran sus resultados?

En un documento llamado Ficha de Monitoreo 2012-2013, el Coneval dijo que el 91% de los padres beneficiados y de los docentes, y el 92% de los directores, perciben que el PETC mejora la educación de los alumnos. De los directores de las escuelas beneficiadas por el Programa, el 76% indicó que las solicitudes de inscripción a la escuela incrementaron; el 86% dijo que el rendimiento académico mejoró; el 86% reportó que el gusto por la escuela de los alumnos mejoró; el 69% cree que la participación de los padres es mayor, y sólo el 38% reveló que el cansancio de los alumnos aumentó.

La misma Dirección General de Evaluación de la SEP, en una evaluación que hizo en 2017, determinó que el Programa, “tiene un efecto positivo en el rendimiento académico de los alumnos.” Mientras que la UNISEF dijo en un reporte, que el 68.5% de los niños y niñas que acudían a las escuelas de horarios extendidos, su primer alimento del día era el que recibían en el plantel escolar. La OCDE, por su parte, en 2008 dijo que los alumnos lograron mejorar en matemáticas y español con 25% y 21.3%, respectivamente, en el nivel “Bueno”; 48% llegaron a nivel “elemental” en las materias, y un 3% alcanzó nivel de excelencia. En tanto que la UNESCO, dijo que las escuelas del Programa, hacían efectivo el derecho de los niños y niñas a recibir aprendizajes útiles en ambientes saludables y equitativos.

Según la SEP, el programa que comenzó con 500 escuelas, llegó a atender hasta antes de su cancelación, a 27 mil planteles escolares en todo el país, de los cuales, 19 mil, es decir, el 70.5% del total, eran escuelas indígenas y rurales que atendían niños de escasos recursos. (El Universal Online, 15 de marzo de 2022).

Pero ya conocemos como reacciona este gobierno. Todas estas opiniones fueron completamente ignoradas en la decisión del presidente López Obrador, instrumentada por la Secretaria Delfina Gómez. He aquí las consecuencias de nuestro error: haber puesto la iglesia en manos de Lutero. Ni modo. Ojalá que aprendamos la lección para lo que viene.

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