Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
El domingo pasado, 6 de junio, se llevaron a cabo comicios para elegir gobernador en cuatro Estados del país. El INE, luego de anunciar que fue esta una jornada electoral exitosa, informó al día siguiente que, conforme a los datos de los Programas de Resultados Electorales Preliminares (PREP), Morena llevaba ventaja en cuatro de las seis gubernaturas que se disputaron. Los resultados del cómputo final así lo confirmaron. Morena sumó a cuatro Estados más, y ahora, son 20 los gobernadores y gobernadoras morenistas. El país cambió su vestidura al color guinda. Pero yo dudo mucho que vaya a cambiar su situación social y económica, y mucho menos su seguridad.
Seguramente que, con estos resultados en la mano, la gobernadora Indira Vizcaíno afirmó el martes pasado que, el “Dominio de Morena en las elecciones muestra confianza de ciudadanos” (Diario de Colima, 7 de junio); pero yo sinceramente dudo que esto sea realmente como ella dice. En esta ocasión, tal como ha sucedido ya en los procesos electorales recientemente pasados, el abstencionismo electoral ha sido casi siempre el gran vencedor.
Aquí hay que recordar algo que ya se ha dicho en muchos otros lugares por personajes políticos expertos en el tema, conforme a su interés ocasional, pero que sirve de utilidad para entender mejor lo que hoy refiero. Veamos.
El abstencionismo electoral está reconocido como un derecho en la Constitución Federal, y se define como una actitud o práctica, que consiste en no ejercer el derecho a participar en determinadas decisiones, particularmente en política; en este sentido, el abstencionismo consiste básicamente en un “no hacer”, circunstancia que en algunos casos es válida, aunque no muy correcta. En México el votar es un derecho, en donde su ejercicio puede expresarse de manera manifiesta (emitiendo su voto), pero también puede realizarse a través de un “no hacer”, y ese “no hacer” se traduce en la facultad que tiene una persona de hacer valer también sus derechos; por lo que, ya sea participando activa o pasivamente, el ciudadano expresa su posicionamiento ante el sistema electoral.
En este sentido, se ha dicho que una de las principales causas del abstencionismo electoral es la falta de interés que la ciudadanía muestra por la política, y esto se debe, principalmente, a la poca credibilidad que se tiene en las instituciones; pues el abstencionismo supone que las instituciones no garantizan completamente la voluntad del ciudadano, por lo que acudir a votar, solo representa una pérdida de tiempo, pues al final del día el resultado será́ “el que imponga el sistema”
Es cierto que los gobiernos legalmente elegidos son legítimos, es decir, elegidos conforme a la Ley. Pero no es lo mismo hablar de la legitimidad, que de la aprobación y confianza social que se le tenga a un gobernante. Y el problema del alto porcentaje de abstencionismo electoral es, precisamente, la falta de aprobación que ostentará el futuro representante elegido. Es indudable que tal desaprobación y falta de confianza, afectarán en mayor medida, en algún momento, a la gobernabilidad que ejerzan los gobernantes, pieza fundamental para la estabilidad y el orden social necesario para todos los ciudadanos.
Todo lo que hasta aquí he dicho, es sólo para reafirmar que, conforme al alto porcentaje de abstencionismo que se registró en el proceso electoral del domingo pasado, yo no creo, que el triunfo de Morena en cuatro de los seis Estados donde se disputaron las gubernaturas, sea una muestra de verdadera confianza de los ciudadanos hacia los partidos ganadores.
Veamos los datos que el INE publicó a través del PREP, para entender mejor lo que digo. “Este domingo, más de 11.7 millones de mexicanos y mexicanas de los estados de Aguascalientes, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, fueron convocados a votar en cerca de 21 mil casillas para renovar sus gubernaturas, así como 25 diputaciones del Congreso local de Quintana Roo y 38 ayuntamientos en Durango.” Así dijo el INE en un boletín oficial el 6 de junio pasado. Pero el medio EME EQUIS dijo el mismo día que, en ninguno de los seis Estados se rebasó el 55% de la participación, y el promedio se quedó en 47.7%. En promedio, menos de la mitad de todo el electorado salió a votar, es decir, (aclaro yo) menos de 5 millones 700 mil electores convocados. Y hubo, en general, un 52.3% de abstencionismo.
Conforme al PREP, y considerando para entonces sólo los rangos de participación ciudadana, los resultados fueron los siguientes: En Aguascalientes, el conteo rápido supuso una participación de entre 43.7% y 46.8%; en Durango, entre 49.9% y 53.3%; en Hidalgo, 45.3% y 48.0%; en Oaxaca, 37.4% y 40.5%; en Quintana Roo, entre 37.7% y 41.0%; y en Tamaulipas, entre 51.6% y 55.6%. He aquí entonces, la razón de por qué es que yo digo, que venir a decir que estos porcentajes reflejan confianza de los ciudadanos, no me parece algo correcto.
Y la explicación del abstencionismo electoral no hay que ir a buscarla muy lejos. En Colima, se cumple ya poco más de siete meses de que somos gobernados por una administración morenista, y, aunque con los gobiernos priistas del pasado indudablemente que ya estábamos muy mal, el desencanto hoy con este nuevo gobierno, es mucho más que evidente. Muchos colimenses que votaron antes por el cambio, se muy bien que ya no volverán a votar. Y lo sé bien, porque en este corto lapso de tiempo ya se murieron; unos de Covid, otros por homicidios dolosos, y otros más porque se encuentran desde entonces desaparecidos. Urge, por lo tanto, que el cambio social que nos prometieron quienes hoy gobiernan, se manifieste cuanto antes, y que el reguero violento de sangre cese ya, para poder vivir y trabajar en paz. De lo contrario, aquí también el abstencionismo electoral, será la forma mayoritaria con la que el descontento social, se haga presente en los procesos electorales que vienen. Veremos pues.
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