Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
En poco más de tres meses, y de manera precisa el 31 de octubre del año que corre, después de 72 años en el poder, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), dejará de gobernar nuestro pequeño pero emblemático Estado. Aunque, si aceptamos que el PRI, es el legítimo heredero del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), deberíamos señalar entonces que la derrota es aún mayor, es decir, de 90 años de gobierno, pues, algunos historiadores señalan al Coronel, revolucionario y político, Pedro Torres Ortíz, que gobernó a Colima de agosto a noviembre de 1931, como un distinguido miembro de este partido que señalo. Por cierto, diremos de paso, que data de estas fechas el histórico proyecto de la Universidad de Colima, pues, fue él, precisamente, quien promovió la creación de esta benemérita Institución para los colimenses.
Dicho pues, brevemente, dejará de gobernar a Colima un partido viejo, con 90 años de experiencia en el gobierno estatal, para ponerlo en manos de Morena, un partido nuevo, cuya experiencia estatal se remonta tan sólo, a la administración de cuatro ayuntamientos en el trienio que está por terminar. Pero, además, en el ámbito nacional, hablamos de un partido que nació hace 11 años como movimiento político y social, creado por Andrés Manuel López Obrador como parte de su campaña presidencial del año 2012. Pero, que, hasta el 9 de julio de 2014, fue cuando el Instituto Nacional Electoral (INE) le otorgó su registro como partido político nacional. Morena pues, cuenta con seis años de existencia y de experiencia partidista.
Hay quienes que, inconscientemente confunden en política la novedad con la bondad, es decir, confunden todo lo nuevo con lo bueno o lo mejor; y sólo por eso auguran que, con el nuevo partido y su nueva gobernadora, sólo por la novedad, a los colimenses nos va ir mejor. Pero, ya la realidad social ha hablado bastante fuerte acerca de todo esto. En política, ni todo lo nuevo resulta siempre mejor, ni todo lo viejo es siempre peor. Por ejemplo, en todo el país, cuando menos hasta ahora, con el nuevo partido y el nuevo presidente, por donde quiera que se le mire a su gobierno, es evidente que no estamos mejor. Y no soy el único que lo dice. Pero, si me pongo a citar aquí todos los ejemplos que conozco, que abundan en los medios locales, nacionales e internacionales, seguramente no acabaríamos pronto, y por hoy, no es este el objetivo principal de mi trabajo.
La cuestión que me interesa tratar hoy aquí, es: ¿por qué precisamente Morena, un partido relativamente nuevo y sin experiencia en Colima, pudo arrebatarle el poder a una estructura partidista de 90 años de experiencia en elecciones? Decir que fue sólo la novedad sería un absurdo, pues, también compitieron estructuras partidistas con menos o igual tiempo de existencia, y no ganaron. Ponderar la experiencia en la estrategia electoral de Morena tampoco es creíble, pues, no olvidemos que la experiencia, así sea esta para maquinar fraudes electorales, implica siempre un lapso de tiempo necesario para ensayar y perfeccionarse, y, por tanto, a mayor tiempo de existencia partidista, mayor experiencia. Este argumento tampoco se sostiene. ¿Qué fue lo que pasó entonces?
Con el riesgo del equívoco siempre involuntario, que siempre lo hay en las cuestiones poco o nada tangibles, me atrevo yo a sugerir algunos escenarios probables que llevaron al resultado actual del reciente proceso electoral. Usted, amigo lector, que disculpará el atrevimiento de mi parte, sabrá encontrar la respuesta que mejor se acomode a su particular opinión. Veamos.
Primer escenario. El desgaste natural y acelerado de los partidos políticos tradicionales, sobre todo del PRI. Aquí, como todo mundo ya lo sabe, es donde cabe perfectamente la vieja estructura de muchos partidos, pero sobre de la priista, que, desde hace ya muchos años perdieron casi totalmente la brújula otorgada por el carácter social de la Revolución Mexicana. Es innegable, que, muchos electores, desde hace ya muchos años, otorgan su voto a cualquier partido político, menos al PRI, tan sólo para manifestar tangiblemente con esto su descontento. Esto es así, porque se sienten maltratados, olvidados, marginados y engañados, con cada uno de los gobiernos que ha impulsado este partido casi desde su existencia misma. El ejemplo más tangible de todo esto, fue precisamente, la perdida de la presidencia de la República en el año 2000, y el reciente descalabro electoral del 2018. No es exagerado decir, que este desgaste partidista y su consecuente descomposición ideológica, llevó a muchos políticos creados y ahijados en este instituto, a renegar oportunistamente de él, y a emigrar con todo y taparrabo a otros partidos políticos menos golpeados por el desprestigio general.
El otro escenario sería, el arreglo y acuerdo político de un sector del PRI y del PAN, con un sector de Morena y sus satélites, para entregarles el poder del Estado a cambio de inmunidad ante la persecución política, y de quedar a través de sus operadores, enquistados en el poder estatal mismo. Es decir, que es muy probable, que, dado el desprestigio fatal, sobre todo del PRI, del que ya hablamos, las cúpulas económicas y políticas partidistas, priistas sobre todo, hayan llegado a la conclusión de que, en Colima, tal como sucedió ya en el Gobierno Federal, llegó el momento de cambiar de color y de pelleja, por otra menos desprestigiada y con mejores condiciones de éxito, sobre todo con el ámbito federal. Y es aquí donde cabe suponer, que fue Indira Vizcaino, precisamente, quien se sacó, como dice el pueblo, “la rifa del tigre”.
Bien pudiera ser que me equivoque, pero ya dije que la última palabra la tienen siempre mis pacientes lectores. Sin embargo, ya no está lejos el momento en que la futura Gobernadora, habrá de conformar la estructura administrativa con la que piensa constituir el nuevo gobierno, y entonces, para salir de dudas, veremos de donde saca a los experimentados nunca antes vistos hombres y mujeres, con las que habrá de dirigir los destinos de Colima en los próximos seis años. Ya veremos entonces. Y como siempre, seguramente nos veremos en la batalla.