Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Se sabe que el significado de la expresión “cosas veredes”, es un comentario usado con cierto matiz despreciativo para expresar con sorna y posible escándalo, la opinión ante un caso ilustrativo de ello, es decir, de que hay cosas en la vida verdaderamente sorprendentes o chocantes y llamativas, y que pueden dejarle a uno perplejo, o ante las que sólo cabe la perplejidad, o una mezcla de perplejidad y rechazo. El matiz de desprecio, hace que sea frase de significado muy parecido o equivalente, a, “lo que hay qué ver”, o, “lo que tienen uno qué ver”. La frase completa se puede leer en extenso en la obra literaria llamada El Romancero del Cid (el Cid Campeador), donde se exalta la vida heroica del legendario caballero castellano del siglo X, Rodrigo Díaz de Vivar, por parte del rey Alfonso VI, con motivo de un altercado del guerrero con un fraile que había subestimado su valentía, enfado que el monarca consideró excesivo.
Muy bien, pues, mutatis mutandis, yo creo que bien puede uno expresar con asombro y enfado, como el rey Alfonso VI: “¡cosas veredes!”, ante el inédito espectáculo que estamos mirando por parte de algunos personajes y políticos, antes prudentemente ocultos, que han tenido que salir ahora ante los medios y literalmente también a las calles, a deslindarse cuanto antes, públicamente y por la vía del hecho, de los malos manejos financieros del gobierno estatal saliente que lo llevaron a la quiebra financiera, y a reclamar con gritos y aspavientos la parte del presupuesto estatal no entregado, que, “por ley les corresponde”.
Pero, quiero puntualizar muy bien aquí la esencia de mi opinión, para evitar posibles malos entendidos a cualquier colimense desprevenido. El presidente López Obrador en su visita reciente a Colima, prometió que apoyaría con recursos extraordinarios al gobierno estatal actual, para resolver lo del pago del salario de los trabajadores que dependen del Estado. Dijo así: “el salario no se debe retener a nadie, es sagrado”, y en términos generales yo estoy de acuerdo con eso. Por tanto, si el presiente o el gobernador no le cumplen a los trabajadores con su salario, entonces, están éstos en su derecho de salir a la calle a manifestarse, es más, yo celebro con entusiasmo este acto de valentía laboral. Pero, lo que ya no celebro tanto, es esa actitud oportunista de algunos líderes, personajes y políticos, muy conocidos en Colima por su otrora cercanía con el gobierno que ya se va, ahora desgañitándose hasta la afonía contra el gobierno que ellos mismos prohijaron, impulsaron y toleraron durante casi seis años. ¿Acaso ellos, los líderes y demás personajes encumbrados, no sabían en verdad hacia dónde se enfilaba la situación financiera del Estado? Sinceramente me resisto a creerlo.
Pero aquí los tenemos ya, gritando a todo pulmón frente a Casa de Gobierno. “Cosas veredes”, como dije. Pero no es que la protesta en sí me parezca mala, nada de eso, todo lo contrario. Lo que ya no me parece, es que lo hagan sólo en el actual momento político tan singular en que nos encontramos; pienso que estas protestas, promovidas a tiempo a lo largo de todo el sexenio que ya se va, habrían cobrado una legitimidad tal que serían hoy ejemplo de defensa laboral. Pero en fin, así es la política.
Y lo que hoy digo no es para menos. Vimos ya en los medios locales cómo el dirigente estatal del partido en el gobierno, salió a declarar en contra de su propio gobierno por el pago de los salarios, al mismo tiempo que se manifestaban los líderes sindicales del gobierno, junto con sus agremiados; luego, lo hicieron también otros personajes de otros partidos relacionados con el gobierno, en el mismo tono. No hace mucho, aunque aun sin salir a la calle, también se manifestó en los medios el Rector de la Universidad de Colima, Christian Torres Ortíz, en demanda del pago de más de 238 millones de pesos de aportaciones no entregadas a la Universidad en este año. “ […] adelantó que no descartan emprender acciones legales e incluso manifestarse en las calles, para garantizar que el Gobierno del Estado les pague el adeudo […]”, así dijo un medio local el martes pasado, luego de circular posicionamientos de la FEC, la FEUC y el SUTUC.
Pero, lo que ya no tiene comparación alguna, cuando menos para lo que ha acontecido en el Estado en muchísimo tiempo que yo recuerde, es la reciente manifestación callejera, protagonizada por los magistrados, jueces y trabajadores del Poder Judicial, encabezados por el magistrado presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado (STJE), Bernardo Alfredo Salazar Santana, quien manifestó así el miércoles pasado en un mitin afuera de Casa de Gobierno: “el adeudo total que tiene el Gobierno del Estado, por no haber echo las ministraciones completas este año, calculado hasta agosto, es de 31 millones 167 mil 37 pesos”. Y otra vez, como se dice en el Cid Campeador: “¡cosas veredes!”
Y después del Poder Judicial, ya sólo falta que salgan a marchar a la calle todos los diputados del Poder Legislativo. Si estas manifestaciones, no son parte de una estrategia conjunta de los tres poderes formales del Estado, junto con otros tantos poderes fácticos estatales ya conocidos, en contra de las maniobras dilatorias del presidente de la República para otorgar el apoyo prometido; entonces estamos ya en una inundación de oportunismo, canibalismo y rapiña política nunca antes vista. Ya veremos.
Pero lo verdaderamente preocupante que motiva mi opinion de hoy, es, sin menoscabar la urgencia que viven ya miles de trabajadores al servicio del Estado, la situación que están sufriendo otros tantos miles de colimenses, que no gozan de la suerte de ser asalariados del poder oficial, que son precisamente por los que yo hablo ahora. Todas las manifestaciones de “descontento oficial” que ya he señalado, están enterrando literalmente en el olivido ante los medios de difusión, todo el sufrimiento que están padeciendo las víctimas del desempleo, la violencia, la pandemia, y las tormentas y huracanes. No hay empleo, despensas, ayuda médica oportuna, apoyo con láminas, vivienda, fertilizantes, ni nada. No hay nada para los más desamparados.
Y la interrogante de ahora es: si ya incluso, los encargados de impartir la justicia del Poder Judicial, tuvieron que salir a la calle para pedir justicia, ¿qué podemos esperar entonces de este gobierno los pobres mortales? Y la lección no puede ser otra: también debemos salir a protestar. Nos veremos pues en la batalla.