Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Han pasado ya poco más de 17 años desde el día en que escribí mi primer artículo de opinión; en él, intenté decir lo que yo pienso acerca de la difícil situación en que han vivido los más pobres y desamparados de nuestra patria. Desde entonces, no se si cumplo bien o mal esta ardua tarea; pero de lo que sí estoy muy seguro, es, de que lo hago siempre con mucho gusto y poniendo en ello siempre el mayor esfuerzo de que es capaz mi humanidad. Por tanto, no tengo más, para mis escasos y pacientes lectores, que un infinito agradecimiento por la atención que me prestan, no obstante, el enfadoso tedio agotador de sus actividades cotidianas.
Una tragedia ocurrida en el terruño que me vio nacer, fue el motivo principal que me llevó a tomar la pluma a favor de mis congéneres; y otra tragedia similar también, fue la que me inspiró el recuerdo que hoy comparto.
En el baúl de mis recuerdos encontré hoy, el primer artículo que escribí para regocijo de mi espíritu luchador; tiene fecha de febrero de 2006, y lo titulé: “Tragedia sobre tragedia”; en él, escribí sobre el sufrimiento que estaban padeciendo en ese entonces los trabajadores mineros y sus familias de la región carbonífera de Coahuila. Comencé así: “Se trata de una nueva desgracia en la región Carbonífera de nuestro Estado, en esta ocasión en el municipio de San Juan de Sabinas, donde el domingo 19 de febrero, cerca de las 2:30 de la madrugada, se registró una fuerte explosión en el túnel número 8 de la mina “Pasta de Conchos”, propiedad de la Empresa Minera Grupo México, dejando 12 lesionados y 65 trabajadores atrapados en las entrañas de la tierra; aunque desde el momento de la tragedia no se ha dejado de trabajar para el rescate, poco se asegura de lograr sacarlos con vida.”
Sabe Dios, como suele decir el pobre, que nada deseaba yo tanto como que esas pobres gentes fueran rescatadas con vida para regocijo de sus familias. Pero no fue así. El suceso ya tiene su lugar en la historia de las desgracias acaecidas entre los pobladores de esa zona.
Hoy, nuevamente la desgracia hace lo suyo entre los pobres de la misma región. El miércoles 3 de agosto pasado, diez trabajadores de una mina de carbón en Sabinas Coahuila, quedaron atrapados luego de que esta sufriera una inundación. El medio El Sol de México lo dijo así el 6 de agosto: “De acuerdo con lo que se dio a conocer por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), el accidente ocurrió cuando los trabajadores hacían excavaciones y se toparon con un área llena de agua, que al derrumbarse provocó una inundación, dejando atrapados al grupo de mineros. Han pasado más de 72 horas que los trabajadores han quedado bajo la mina, y el gobierno federal ha puesto más 19 bombas sumergibles para extraer agua, así como 383 elementos de instancias federales de Protección Civil, Secretaría de la Defensa (Sedena), Guardia Nacional.”
Pero tal parece que aquí pasará lo mismo que en Pasta de Conchos. La indolencia gubernamental cobrará también aquí su cuota de inocentes. Ayer leí en el medio El País, una noticia que sella la suerte de los mineros atrapados en el pozo de carbón El Pinabete. El medio tituló así su nota: “El gobierno ofrece un plazo de seis a 11 meses para sacar a los mineros atrapados en Coahuila”. Yo dudo mucho que los saquen.
En la nota se dijo también: “Adiós al rescate: el mayor miedo de los familiares de los 10 mineros atrapados en un pozo de carbón en Sabinas, Coahuila, se ha cumplido. Protección Civil ha ofrecido este jueves una última opción: abrir un tajo para acceder al lugar donde se piensa que podrían estar aprisionados bajo tierra los obreros desde el miércoles tres de agosto, hace más de tres semanas. El doloroso inconveniente es que los trabajos para excavar este acceso pueden extenderse entre seis y 11 meses. Un plazo que aniquila las pocas esperanzas que pudieran aún sostener los parientes. Nadie saldrá ya con vida, sugieren.”
En mi trabajo del 2006, luego de describir las terribles condiciones en que vivían las familias de los trabajadores mineros de la región, afirmaba así: “Si además de esto, tomamos en cuenta que el salario promedio de los trabajadores mineros en la región carbonífera, apenas supera los 600 pesos semanales, habría que preguntarnos entonces: ¿Por qué, los hombres bajan a las entrañas de la tierra a buscar este raquítico sustento diario, si saben bien que tal vez no regresarán ni difuntos?” No entendía yo tal vez en aquel entonces, lo que para los pobres significa conseguir cuando menos ese raquítico sustento diario.
Hoy, cuando los gobiernos neoliberales ya están poco menos que enterrados, en esta nueva desgracia las cosas no son distintas. El medio El Financiero del día 7 de agosto, publicó una entrevista que hizo a Cristina Aurbach, defensora de mineros, quien comentó que hay negligencia en este sector, ya que no hay listas de las personas que ingresan a trabajar en las minas. Afirmó que el salario de los mineros depende si están contratados de manera formal o informal, siendo estos últimos las personas con un salario más bajo. Dijo que la jornada promedio de un minero es de 51 horas a la semana.
La defensora afirmó también que, “el salario promedio de un minero contratado formalmente es de 9 mil 380 pesos mensuales, según la plataforma Data México —creada en conjunto con la Secretaría de Economía (SE) y que funciona como una herramienta de datos abiertos al público—.” Pero, una persona que trabaja de manera informal en alguna de las minas de la República llega a ganar hasta 5 mil 500 pesos al mes”. Esto es, digo yo, algo así como 1,375 pesos semanales, es decir, una miseria a cambio de la vida.
De acuerdo con la plataforma ya citada, durante el primer trimestre de 2022, el total de la población ocupada en el sector de la Minería fue de 132 mil personas, 77 por ciento eran trabajadores formales, mientras que el 23 por ciento corresponde a trabajadores informales.
Y ¿qué decir de la responsabilidad que toca aquí del gobierno de la Cuarta Transformación? De esto ya se encargó el presidente: “Ya andan zopiloteando” (El Universal 16 de agosto), dijo así seguramente que para defender a su partido con miras al próximo proceso electoral que se llevará a cabo en Coahuila. Pero nada habló de la responsabilidad de la CFE en el accidente, principal compradora del carbón extraído de la mina siniestrada.
Y finalizo como finalicé en el 2006: “Tal parece que la alternativa más viable para proteger la integridad de los más pobres, ha sido siempre la organización honesta y consciente de todos los trabajadores humildes. Si sus voces de protesta no fueron escuchadas a tiempo porque se les enterró en la fría oscuridad de una mina, nosotros, los vivimos, sumemos nuestro valor y esfuerzo y construyamos juntos la organización defensora de los pobres de México.” Que así sea.
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