Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Estoy enterado por los medios de información local y nacional, de que, en días próximos, la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” FNERRR, la organización nacional estudiantil que distingo hasta ahora, como la más preocupada por el futuro de toda la juventud estudiosa, llevará a cabo su VI Congreso Nacional en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Por esto, y por todos los pronunciamientos y luchas que yo reconozco como llevadas a cabo por esta importante organización estudiantil, creo que no hay duda: la juventud mexicana tiene esperanza.
Se sabe que la FNERRR, apareció por primera vez en el país como una estructura nacional en mayo de 1999, y, desde entonces, ha sumado a sus filas a más de una centena de miles de jóvenes estudiantes de las 32 entidades federativas. En su página oficial hablan del tamaño de su labor humanista: “…somos miles de estudiantes organizados que trabajamos incansablemente por una educación de mayor calidad, para formar un hombre nuevo, multifacético e integral, capaz de afrentar las necesidades que la actualidad está exigiendo de nosotros. Hoy que la desigualdad social y la pobreza de la mayor parte del pueblo tienen una expresión significativa en el terreno educativo, la necesidad de la organización y la lucha de la juventud se hacen más imperiosas”. Y eso es cierto, sus luchas, ya muy conocidas, han logrado marcar incluso, involuntariamente, la agenda de los gobiernos estatales y federales, que han mantenido en el olvido oficial a la inmensa mayoría del sector estudiantil.
En la propaganda de su VI Congreso se puede leer, lo que a mi juicio debería ser el anhelo de todo el pueblo trabajador: “¡Que la juventud vuelva a creer en la Revolución!”. Por lo que yo diré en el resto de mi opinión de hoy, también suscribo esto. Aseguro, que nada nos urge tanto ahora, como una verdadera revolución educativa que nos rescate de la catástrofe generacional, en que nos sumieron la pandemia y la incapacidad gubernamental de los gobiernos “transformadores”, cuyos fatídicos resultados educativos ya son más que evidentes.
En el mes de agosto de 2020, a más de un año de la pandemia, el Secretario General de la ONU, António Guterres, a manera de vaticinio, dijo en un video lo que en la realidad actual estamos ya sufriendo en materia educativa en gran parte del mundo: “Nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”. Así dijo, y desde entonces, hizo también un urgente llamado a todos los gobiernos del mundo para que dieran prioridad a la apertura, atención y equipamiento de los diferentes centros educativos. Pero, para entonces, en México, tal como lo denunciaba ya la FNERRR, el gobierno federal ya no entendía razones, como no fueran las estrictamente electorales.
Y la catástrofe generacional llegó. El Inegi dijo, mediante la Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación (ECOVID-ED), que el ciclo escolar 2019-2020 arrancó con 33.6 millones de estudiantes, pero que, 435 mil de ellos no concluyeron el año por la pandemia, y 2.3 millones de estudiantes decidieron no inscribirse al siguiente período escolar, por motivos relacionados con la Covid-19. Esto significa que, en este período, 2 millones 735 mil alumnos y alumnas de entre tres y 29 años abandonaron los estudios. Pero en el ciclo escolar siguiente la catástrofe fue mayor. El día 24 de marzo de 2021, el periódico El Heraldo publicó así: “La Pandemia y la falta de recursos propiciaron que cinco millones 200 mil personas, de entre tres y 29 años, no se pudieran inscribir al ciclo escolar 2020-2021, informó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)”. No tengo a la mano los datos precisos del ciclo 2021-2022 y no quiero especular. Pero, ante el cierre definitivo de las Escuelas de Tiempo Completo, y los cambios tan degradantes que se han dado en la dirección de la Secretaría de Educación Pública federal (SEP), es fácil darse cuenta, que el gobierno federal sigue sin entender razones, ni acatar las recomendaciones promovidas por la ONU.
Hasta aquí, es necesario decir, que han sido innumerables los llamados que se han hecho por todos los medios posibles, y por muchos grupos de ciudadanos, al Gobierno federal de la Cuarta Transformación para que cambie su política educativa, pero, por los resultados que ya vemos, todo ha sido inútil. Aquí es donde se ve, por tanto, cuánta importancia asume el VI Congreso de la FNERRR. Urge la participación de todos los mexicanos en las acertadas iniciativas de esta organización estudiantil, en especial, la participación de todos los jóvenes estudiantes, sobre todo, de aquellos que han visto injustamente truncadas sus aspiraciones de convertirse en profesionistas.
En relación a esto último, urge, sobre todo, que los mexicanos busquemos por todos los medios posibles, despertar el deseo de superación intelectual humanista, que duerme siempre en la conciencia de todos los jóvenes. ¡Urge una rebelión estudiantil contra la ignorancia! Porque, tal como leí alguna vez, “…los ignorantes tampoco filosofan (es decir), no desean llegar a ser sabios, pues la verdadera desgracia de la ignorancia consiste en que, pese a carecer de belleza, de bondad y de conocimientos, cree estar, por el contrario, suficientemente provista de todo. Y, claro, cuando no se cree carecer de una cosa, no se la desea.” (El Banquete, Platón).
Urge que nuestros hijos entiendan que merecen ser profesionistas. De acuerdo al Informe de Resultados de la Fiscalización de la Cuenta Pública 2021 de la SEP, dado a conocer por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), en el primer año de la pandemia, en México, 578 mil 178 jóvenes, el 10% de la matrícula total de bachillerato, abandonaron sus estudios. Y en total, el abandono escolar en este nivel, aumentó 4.9% entre los ciclos 2019-2020 y 2020-2021; y todo esto, no obstante, la entrega de las famosas becas Benito Juárez, es decir, la promesa de 840 pesos mensuales a cada estudiante, a condición de que continuarán inscritos. Pero, aun así, según el informe, 26 de las 32 entidades federativas aumentaron la tasa de abandono escolar, siendo Coahuila, Baja California Sur, Chihuahua y Colima, los estados con mayor deserción de jóvenes de bachillerato. ¡Cuánto desperdicio de potencial humano!, como dijo Guterres.
Así pues, por todo esto y más, enhorabuena por el VI Congreso de la FNERRR. Que los trabajos sean todo un éxito, para fortuna y gloria del pueblo de México. Salvemos a nuestros hijos. Promovamos la organización estudiantil
Colima, Col., a 3 de noviembre de 2022