Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
El día 12 de enero pasado, dos senadores de Estados Unidos, antiguos miembros de las Fuerzas Armadas, impulsaron una iniciativa en el Congreso estadounidense bautizada como Resolución 18, que busca facultar al gobierno norteamericano para usar las Fuerzas Armadas contra el tráfico de fentanilo en territorio mexicano. El presidente López Obrador calificó de intervencionista y propagandista a esta iniciativa, y a partir de entonces, desató de inmediato una guerra de airadas declaraciones de protesta referentes al tema. La iniciativa en mención, tiene acaparada casi todas las notas principales de todos los medios de circulación nacional.
Para argumentar su iniciativa, los estadounidenses enumeraron una larga lista de hechos violentos ocurridos en nuestro país, donde se destaca el famoso “culiacanazo” de 2019, cuando el Cártel de Sinaloa obligó a las fuerzas del Gobierno mexicano a liberar al peligroso narcotraficante Ovidio Guzmán. Se sabe que el documento argumenta también, que, el fentanilo mata en promedio a 80 mil ciudadanos estadounidenses al año, y que es la primera causa de muerte entre hombres de 18 a 45 años; y precisó, que los cárteles mexicanos son responsables del tráfico de la droga hacia EE.UU., así como de precursores y demás sustancias relacionadas con el mismo.
El presidente mexicano, como ya dije, a manera de protesta ha dicho de todo, sobre esto, con su muy peculiar estilo. Pero en su insistente parloteo hay cosas destacables que conviene comentar. Del trabajo del 6 de marzo pasado del periodista Zedryk Raziel, reportero del medio EL PAÍS México, escojo las siguientes declaraciones que pudieran servirnos bien para el comentario de hoy.
Vemos. El mandatario dijo que, “si bien se trata de un posicionamiento político sin posibilidades de ser aprobado en esta legislatura, es un pronunciamiento preocupante”; ¿En serio? Y luego dijo: “Si EE.UU. quiere combatir el problema del fentanilo, debe cambiar su enfoque y atender las raíces sociales de las adicciones. Si les preocupa lo del fentanilo, como también a nosotros nos preocupa, pues hay que atender las causas en México y en Estados Unidos, porque puede haber droga, ¿pero por qué hay consumo?, ¿qué está pasando?; qué está sucediendo en la sociedad y qué se está haciendo para dar opción a los jóvenes?” Y luego remató: “Tienen qué hacer algo por atender a los jóvenes, por resolver la crisis social de soledad, de abandono, la infelicidad, todo lo que lleva a que se opte por las drogas. Pero no hay ningún plan en ese sentido”. ¡Exacto!, señor presidente; no hay ningún plan en ese sentido en EE. UU. Pero en México tampoco. Porque, ¿qué se está haciendo aquí, de manera efectiva, para dar opción a los jóvenes?
Pero, además, sostengo, que no es el combate al tráfico de fentanilo, el verdadero peligro de intervención norteamericana. En primer lugar, con o sin fentanilo, nuestros vecinos del norte no dejarán nunca jamás de intentar apoderarse de lo que nos queda aún de territorio. El hambre del imperialista puede tener un límite, pero el hambre del imperialismo no. Acaso, ¿ya olvidó lo que sucedió en 1846-1848, cuando EE. UU. nos obligó a cederle más de la mitad de nuestro territorio? Ahí, el pretexto fue la República de Texas; hoy es el combate al tráfico de fentanilo; y mañana será cualquier motivo.
Y en cuanto al uso de las adicciones como mecanismo de expansión comercial y empoderamiento imperialista, acaso, ¿ya olvidó también la primera Guerra del Opio promovida por el Reino Unido contra China en 1839-1842? Se sabe que el conflicto estalló ante la decisión del Gobierno imperialista de China, de endurecer las medidas contra el tráfico ilegal de opio, que narcotraficantes británicos liderados por el cirujano naval William Jardine, practicaban con relativa impunidad en China. Para poder preservar las reservas de plata del país (que formaba la base monetaria del mismo), desde mediados del siglo XVIII China practicaba una política comercial proteccionista, restringiendo el comercio con Europa por la provincia de Cantón, y privilegiando las exportaciones de sus propios productos frente a la importación de productos europeos. Los productos sólo podían ser adquiridos con plata que los británicos importaban de América y Europa; pero esto generaba un déficit comercial para el Reino Unido. Para corregir este déficit de plata, los británicos comenzaron a exportar a China opio producido en sus posesiones de la India. El tráfico de opio era ilegal en ambas naciones, pero se desarrolló con el consentimiento tácito de las autoridades británicas, deseosas de limitar la pérdida de reservas de plata en Europa. Y el resultado fue inevitable. La primera Guerra del Opio, marcó el comienzo del declive de la dinastía Qing. Y entonces, China quedó cautiva del imperialismo occidental y japonés.
Es falso que la producción y tráfico de fentanilo por nuestro territorio, se haga sin conocimiento, promoción y consentimiento del Gobierno estadounidense, pero también del mexicano. Aquí, no pasa nada sin que el imperialismo occidental lo promueva y tolere, conforme a sus intereses comerciales, políticos e ideológicos. Los opioides nos matan y nos diezman, porque ese es uno más, de los mecanismos de sometimiento ante los poderosos del mundo. Lo demás, es discurso.
En segundo lugar, el presidente pregunta, refiriéndose al fentanilo: “¿pero por qué hay consumo?”, y supone luego que la causa es que no se hace algo “por atender a los jóvenes”. Aunque en términos sociales hay razón en lo que dice, olvida el mandatario el enfoque económico del problema.
El fentanilo es un derivado del opio, y tal cómo aquel y sus otros derivados: la morfina y la heroína, sólo son otras tantas formas que la mercancía adopta para su consumo. No olvidemos que, el capitalismo comercial en su edad naciente, producía casi sólo productos para los consumidores; hoy, en su edad ya muy madura, produce ya casi sólo consumidores para los productos. He aquí la exagerada proliferación de mensajes comerciales que circulan a todas horas por todos los medios de difusión existentes.
Se dice que el éxito súbito del tráfico de fentanilo, se debe a que es 50 veces más fuerte y adictivo que la heroína, y 100 veces más que la morfina. Pero se sabe también, que es un opioide sintético con los márgenes de ganancia más altos comparados con el resto de las drogas sintéticas circulantes por todo el mundo. Mientras el fentanilo, incluyendo todos los precursores químicos que lo componen, contengan en sí, como toda mercancía, la ganancia de todos los capitalistas legales o ilegales, habidos y por haber que están detrás, indudablemente que habrá consumidores. Y si no fueran estos económicamente suficientes, no dudemos que el sistema capitalista los creará. Y aquí tenemos hoy la tragedia que vivimos en Colima, por ejemplo.
Pero, si aún nos preguntamos: “¿…por qué hay consumo?”; no habría ya otro remedio que remitirnos, cuando menos, a estudiar el primer capítulo de la sección primera del primer tomo de la obra El Capital, del filósofo y economista Carlos Marx. La mercancía, es la forma elemental del régimen capitalista de producción; por tanto, pretender eliminar la mercancía, dejando intacto el modelo de producción vigente que la genera, es charlatanería y nada más. Cambiemos el modelo económico que nos gobierna, no hay de otra.