Por Alondra López 

El impacto del mundo virtual en nuestra vida cotidiana es cada vez más tangible. La influencia de la web en los diversos ámbitos de lo humano cada día se hace más fuerte. Nuestros principios, ideales y la forma en que percibimos la realidad siguen su ritmo.

Entre los diversos aspectos que en la última década me han sorprendido, se encuentra la poca viralización qué existe en la red sobre la pobreza, lucha de clases o la movilidad social.

Sin duda, existen muchos pódcast y programas en los que se aborda el tema desde un enfoque individualista, en donde el resultado de una escalada o mejora económico-social depende de los cambios realizados en nuestra esfera personal (lo cual sin duda es en parte cierto ). La problemática radica, en que tal tema no se aborda desde el enfoque de “lucha de clase”, término que incluso resulta bastante “fuerte” en la actualidad para algunos sectores. Nos hemos refugiado en el contenido motivacional que nos impulsa a lidiar con tal incertidumbre desde el ámbito individual, mientras dejamos de lado los esfuerzos colectivos para mantener y/o conquistar derechos.

Que esta problemática no se aborde desde un enfoque colectivo ya es sumamente sospechoso. Y la pregunta es, ¿por qué no sucede? Si en la cotidianidad las dificultades por cuestión de clase laceran a las juventudes de manera directa. Si la problemática es tangible para la mayoría de los jóvenes. ¿Qué es lo que obstaculiza su viralización, el debate y la protesta bajo tal bandera?

Por qué, si las cuestiones laborales y sociales eran una de las principales luchas del siglo pasado, hoy ya no lo son. Por qué es más sencillo que nos organicemos para marchar por otras causas (sin duda también legítimas) pero no por cuestiones tan elementales como tener seguridad social y la posibilidad de alcanzar una pensión digna.

La respuesta, en parte, podemos encontrarla en esta nueva realidad que ha creado la web, en donde “el lado menos esplendoroso de la vida” se mantiene relegado. La pobreza, en la web, no es protagonista, y tampoco las protestas que surgen alrededor de ella. Ya porque los algoritmos confabulen para ello, ya porque los públicos generen y consuman otro tipo de contenido, el resultado es el mismo: La pobreza no es tendencia.

Además, a ello se le suma un fenómeno sumamente interesante del que ya hemos venido hablando en otro momento: en las redes, tienen mayor circulación aquellos temas que generan una polarización tajante de los públicos. La pobreza no refuerza un ejercicio discursivo de extrema polarización tan intenso como la conquista de «ciertos» derechos de la comunidad LGBTTTIQ+ o ciertos derechos abanderados por el feminismo. Hacemos hincapié en «ciertos derechos» precisamente porque los temas protagonistas entre las luchas de ambos sectores suelen ser los más polarizados (como el aborto, por dar un ejemplo). Por su parte, la pobreza es casi siempre tratada como un mal que debe remediarse. Aun cuando existan diferencias en los medios que han de emplearse para lograrlo, no existe gran polarización en el tema toral.

Es por ello que sorprende que la causa se haya relegado en este siglo. Hay una desinformación y una indiferencia, que contrastan abismalmente con nuestros retos cotidianos, y que resultan un tanto estremecedoras… sospechosas. “Sin carro, sin casa y sin pensión”, leía en un titular de una columna del Periódico El País. Esa es la realidad de nuestra generación, y será mucho peor en el futuro si continúa ejerciendo esfuerzos desarticulados.

Si tan solo hace unas décadas nuestras generaciones predecesoras convergían en marchas con el objetivo de conquistar o ampliar derechos colectivos como pensión, vivienda, mejores salarios, etc. ¿En qué momento tal iniciativa se ha perdido? En qué momento nos creímos que la lucha por tener mejores condiciones de vida dependía exclusivamente de nuestro esfuerzo individual.

¡SE ENCIENDEN LOS FOCOS DE ALARMA! Hoy, combatir la distancia entre la juventud y la política se vuelve entonces un asunto de máxima prioridad, pues se requiere con urgencia que nuestra generación encuentre las vías para reconquistar derechos y oportunidades de progreso social. Y cualesquiera que estas sean, encontrarán un punto de convergencia en lo político. Ámbito que, dicho sea de paso, el grueso de la juventud ha preferido dejar de lado, por lo menos en lo que se refiere al ejercicio de la política formal.

Lo privado se define en buena medida desde lo público. Los romanos lo entendían muy bien, y era por ello que su compromiso con lo público era grande. Sabemos muy bien que actualmente existe una gran ruptura entre la juventud y lo público, en especial en lo referente a lo político. Sin embargo, no debemos olvidar qué hay retos que necesariamente tendremos que enfrentar unidos codo a codo. Y el que hoy abordamos, sin duda, apremia

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