Por Luis Enrique López Carreón

Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

 

Ya lo dije en otro momento con otro motivo, y hoy sólo lo repito: Manzanillo es como el “cuerno de la abundancia”, sólo que la abundancia es únicamente para los ricos inversionistas, mientras que el cuerno, es para todos los demás, sobre todo, para los trabajadores y sus familias.

 

Ya me referí antes, en un trabajo como este, a las consecuencias contaminantes de la Central Termoeléctrica “General Manuel Álvarez Moreno”, aquella que, el medio El Financiero, calificó acertadamente en una nota del 27 de junio de 2020, como “El anafre de Colima”, al afirmar que, según datos del Instituto para el Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Estado de Colima (Imades), es la segunda en emisión de partículas contaminantes PM10 y PM2.5 en el país, responsables de la mayoría de las infecciones respiratorias agudas, como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc), que se relaciona con la contaminación atmosférica, tanto en el área rural como urbana del municipio porteño.

 

También hablé ya de la otra contaminación, la visual y sonora, causante del estrés y la hipoacusia; la del tráfico y tránsito, que provoca bloqueos, congestionamiento vial, accidentes y muerte; y la territorial depredadora, que consume el espacio vital para convertirlo en gigantescos patios de manejo y almacenaje. Sólo que esta contaminación es mucho más tangible y temeraria, y la provoca la presencia excesiva de miles de tractocamiones y contenedores diseminados por toda la ciudad. 

 

Hoy, nos enteramos de la otra contaminación, aquella a la que están obligados a sufrir los que viven del cuerno, en Manzanillo, como condición obligada de los que viven de la abundancia, ahí mismo. Sólo que esta otra contaminación, no es consecuencia de la mercancía como las otras, sino causa en sí misma; es decir, es mercancías, cuya forma de trasiego son sustancias químicas, toxicas y peligrosas, que entran y salen del segundo puerto más importante de América Latina.  

 

El incidente que mostró, esta otra contaminación, fue nota nacional por más que la Administración del Sistema Portuario Nacional Manzanillo (Asipona), intentó ocultarla. Y es que, ¿dónde se puede ocultar una nube toxica, como la que envolvió la zona céntrica de la ciudad porteña? Pero la cerrazón de la Administración Portuaria sigue haciendo lo suyo, como si fuera un encargo ya pagado.  

 

Las notas las leí en el medio El Financiero, pero también en el periódico El Universal del día 21 de junio pasado. Sin embargo, circulaban ya en varios medios locales el mismo día del incidente. Sucede que el 19 de junio pasado, durante las maniobras, dos isotanques cargados con concentrado de poliéster, cayeron de la grúa de manejo a la plataforma de desembarque, derramando el tóxico que contenían y generando de inmediato una nube que envolvió las zonas aledañas al puerto. La Asipona dijo de inmediato que la situación estaba controlada. Pero el medio El Heraldo de México, dijo tres días después que, “Sin embargo, la mañana de este miércoles, vecinos reportaron lo que denominaron una `nube toxica´ en las inmediaciones del puerto, y afirmaron que ésta les causó dolores de cabeza, náuseas y mareos, por lo que el Ayuntamiento de Manzanillo habilitó un refugio para atender a los afectados y convocó a una reunión de emergencia de Protección Civil”. 

 

Se sabe ya, que el poliéster, es un polímero sintético que proviene del petróleo; y su exposición al contacto físico, puede causar muchos problemas de salud diferentes. Al hacer contacto con él, el cuerpo está expuesto al peligro de irritación potencial de la piel como picazón, enrojecimiento o erupciones cutáneas; Existen también diferentes estudios que vinculan el poliéster como un posible contribuyente al cáncer de mama.   

 

Pero, ¿fue realmente concentrado de poliéster, y no otra sustancia química, lo que generó la nube tóxica que vimos todos sobre Manzanillo? La Asipona, y ahora también el Gobierno del Estado, dicen que sí, que fue poliéster. Y, ¿qué otras sustancias químicas tóxicas circulan por el puerto, de las que debamos cuidarnos ahora?

 

En el mes de septiembre de 2022, el periódico El Financiero publicó una nota donde señaló, que la Secretaría de Marina-Armada de México y la Agencia Nacional de Aduanas de México, aseguraron en Manzanillo un cargamento de 644 kilogramos de mercurio clasificado como “extremadamente tóxico”; y que esto se pudo hacer derivado de un análisis realizado por el Grupo de Análisis de Riesgo (GAR) de la Aduana. Entonces, ¿qué ha dicho, o que dice ahora el GAR, acerca de este derrame tóxico que ahora afecta a los manzanillenses? ¿Por qué no analizó el poliéster que se derramó?

 

Pero lo verdaderamente lamentable no está aún aquí, sino en la actitud indolente que están tomando las autoridades gubernamentales. Veamos.

 

Mientras, por un lado, Salvador Gómez Meillón, de Asipona, y Rosy Bayardo, del gobierno del Estado, dicen que el “incidente en el puerto no representa un riesgo para la salud”, y que la nube tóxica que todos vimos era sólo “neblina” (El Noticiero, 22 de junio); por el otro, la presidenta municipal, Griselda Martínez, pide a las dependencia “informar situaciones de riesgo” (mismo medio); y tras lamentarse de no tener una información oficial que garantizara que no existía riesgo de una “mayor afectación”, giró instrucciones para habilitar la Unidad Deportiva 5 de mayo, como refugio temporal para “todas las personas afectadas”. Y entonces, ¿quién dice la verdad, y quién miente en esta situación?, ¿hay riesgo, o no lo hay? Y si mienten, ¿por qué mienten? Nada sabemos aquí con certeza. 

 

Pero lo que sí sabemos, y con mucha seguridad, es que el concentrado de poliéster derramado, causante de la nube tóxica, tenía un dueño. Y sabemos que pagó, no sólo para su trasiego por el puerto; pagó, además, ahora se sabe, para que las autoridades gubernamentales hicieran lo que saben hacer en estos casos: echar tierra encima, y propaganda mediatizadora, para enterrar el incidente como muchos otros. Y que las consecuencias las paguen los de siempre, esos que viven, como ya dije, en la parte más delgada del cuerno, lejos de la abundancia.  

 

Y esto es lo que pasa ahora en el puerto de Manzanillo; pero no sólo allí. Donde quiera que el moderno sistema de libre mercado, llamado también neoliberalismo, haya asentado sus capitales para multiplicar su riqueza, estará siempre su contraparte para pagar las consecuencias de todo: el trabajador y su familia. En tragedias como ésta, es donde mejor se distingue de qué lado están los gobiernos. Y la lección siempre es la misma: unión y organización para la defensa de los afectados. Ojalá que los de ahora, no lo olviden cuando llegue el momento.

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