Por Luis Enrique López Carreón.        Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En el trabajo que escribí la semana pasada, dije me pareció insolente la actitud que asumieron en sus discursos los aspirantes morenistas que tuvieron a bien visitarnos en días recientes. No repito aquí los nombres porque la prensa en general, los cientos de espectaculares y las miles y miles de bardas marcadas nos los recuerdan a cada rato. Nos han marcado como si quisieran reclamar como suyo el territorio colimense.

Sólo para precisar recuerdo aquí que, designamos como insolente, a una persona que habla u obra con atrevimiento, falta de respeto o moderación, o que actúa de manera ofensiva o insultante. La palabra, como tal, es un adjetivo que proviene del latín insŏlens, insolentis.

Dije antes que utilicé el término a propósito, porque no encontraba otro que definiera con precisión la tremenda incongruencia que veía yo, entre lo que dijeron los aspirantes en sus discursos, con la tangible y cruda realidad que en verdad estamos viviendo todos los colimenses. Y para ilustrar esto que digo, cité una nota periodística que circuló casi por los mismos días de las visitas que refiero, donde se afirmaba con datos oficiales, que, el 80% de los colimenses que trabajan, conforme a la Población Económicamente Activa (PEA), no ganan con su salario lo suficiente como para salir de la pobreza en que se encuentran. Esto, no obstante, los miles de millones de pesos que dice el presidente que se reparten por medio de los programas del Bienestar.

La insolencia la distinguí yo en los discursos cuando afirmaron que, con la Cuarta Transformación estamos mejor, cuando en realidad, cuando menos si hablamos de Colima, esto no es así.

Había yo decidido ya dejar las cosas en estos términos. Y dado que los aspirantes, en materia de inseguridad nada o casi nada serio dijeron en sus discursos, pensaba yo que lo mejor sería que las conclusiones fueran deducidas por la inteligencia ciudadana, que, ante todo lo que ya ha sufrido por la violencia desatada por toda la entidad, ya casi se ha vuelto experta en calificar el desempeño de los gobiernos.

Pero sucede que el día miércoles 25 de julio pasado, encontré otra nota periodística donde el presidente López Obrador se regodea afirmando que los homicidios dolosos, y por tanto la violencia, están disminuyendo. La nota se titula así: “Destaca AMLO disminución de homicidios dolosos en 2022” (Diario de Colima). Se dice ahí que, conforme a los datos de INEGI se muestra una disminución del 10 por ciento en los homicidios dolosos en México durante 2022 en comparación con 2021. Y el presidente no perdió la oportunidad, afirmó: “Ya empieza a dar resultados la estrategia de atender las causas de la violencia, porque desde el primer día comenzamos; …la paz es fruto de la justicia y todo lo que se ha hecho de atención al pueblo y atención a los jóvenes está dando frutos”

Pero, olvida el presidente que la realidad, en su carácter histórico es la rectora del todo y todo lo devela a su debido tiempo, dice claramente que las cosas no son como las ve el mandatario, ni tampoco como las ponderan sus seguidores que ahora andan de aspirantes. Querer ver sólo, por engaño o interés, la manifestación general de un fenómeno cualquiera que sea, olvidando a propósito las manifestaciones particulares intrínsecas del mismo fenómeno que se analiza, es un error de concepción; y las conclusiones a que se lleguen con eso serán inevitablemente falsas.

En primer lugar, suponiendo que sea cierto lo que dice el mandatario, en cuanto a que “Ya empieza a dar resultados la estrategia de atender las causas de la violencia…”; el presidente olvida que ya está al final de su mandato, pues sólo le quedan 14 meses de gestión; y por todo lo que vemos ya en materia de inseguridad por todos lados, yo dudo mucho que esa disminución del 10 por ciento de los homicidios que se refiere, se pueda mantener durante el tiempo que le queda al frente de la nación. El presidente dirá entonces, que lo que pasó fue, que su gobierno pasó tan rápido que ni le dio tiempo de atender la seguridad de los mexicanos.

Pero, en segundo lugar, no es con los datos del 2021 con los que el presidente debe medir los resultados de su estrategia de seguridad, sino, por lo menos, con los datos del 2018, es decir, cuando comenzó su gestión. Con base en esto, es como en verdad se debe valorar la disminución de homicidios que se menciona.

De acuerdo a cifras reportadas a un medio por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) en el mes de abril pasado, la administración de López Obrador sumó 143 mil 191 homicidios doloso al cierre del año 2022, mientras que, en el mismo período, durante la administración de Enrique Peña Nieto se reportaron 99 mil 766 muertes dolosos (Infobae, 23 de abril de 2023). Aquí vemos pues, como es que, en realidad, en relación al sexenio pasado, los homicidios dolosos de ahora, lejos de disminuir, han aumentado un 30.3 por ciento. Suponiendo que ya no ocurriera ninguna muerte dolosa en lo que resta de la administración de López Obrador, ya con esto, pasaría como el sexenio más sangriento de toda la historia reciente del país.

Muy bien, pues, no obstante, todo esto que he referido hasta aquí; y que los aspirantes morenistas estuvieron pisando tierras en la ciudad más violenta del mundo, tal como se ha catalogado ya a la zona conurbada de la capital colimense y Villa de Álvarez; nadie, salvo Marcelo Ebrard según algunos medios, se refirió en sus discursos de campaña a la terrible situación de violencia que vivimos los colimenses todos los días. Si hubieran leído cuando menos un poco los medios antes de hacer uso del micrófono, verían que es imposible no ver, que, en materia de seguridad, con Morena los colimenses estamos peor. Pero ya nos veremos en las urnas.

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