Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Llegó el día más paradójico de nuestra historia: el 15 de septiembre. El día en que algunos mexicanos se disfrazan y pintan de mexicanos para celebrar que un día por fin fuimos mexicanos. El día que celebramos que nos hicimos independientes de España para, desde entonces, vivir dependientes hasta para lo que comemos de Estados Unidos. El día en que los malos gobiernos gritan a todo pulmón ¡vivas¡, emulando al cura Hidalgo que gritó en su arenga, precisamente, ¡muera el mal gobierno! Y, finalmente, el día en que los gobiernos y las clases dominantes dan al pueblo, junto con vivas a la patria, verbena, festivales, artistas y fiesta popular para celebrar, que un día Hidalgo llamó al pueblo con sus aperos de labranza y las pocas armas que tenían, para ir, precisamente, a morir por la libertad de la patria.
Y es curioso ver cómo, casi todos los medios de difusión, siguiendo el dictado de sus poderosos dueños, los capitalistas que ahora venden e inducen ideas, nos han cambiado la manera de ponderar nuestros valores cívicos y hasta sus conceptos.
El puñado de hombres y mujeres que reunió Hidalgo aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810, era ya el germen de lo que fue después el ejército insurgente a manos del generalísimo José María Morelos y Pavón, y el mismo insurgente, aunque ya muy reducido, que comandó don Vicente Guerrero hasta su disolución en 1821, después de la firma del Acta de independencia. Insurgente, es un adjetivo que se le aplica al que se levanta en contra de la autoridad, en especial, si participa en un movimiento armado en contra de un gobierno o de la ejecución de sus leyes; sus sinónimos son: insurrecto, rebelde, sedicioso, sublevado, insumiso o insubordinado.
Pues bien, con la conmemoración del moderno Grito, los gobiernos y las clases económicamente dominantes nos hacen creer, sin que lo sepamos, que, ser insurgente contra un gobierno déspota, dictador y autoritario es bueno y digno de celebración, pero en otra época y en otro lugar. Porque, ser insurgente ahora, aunque sólo sea tímidamente en el campo de las ideas y las reivindicaciones sociales, es malo, censurable e incluso motivo de persecución oficial. Lo contrario de insurgencia es sometimiento. Y sometimiento total es lo que buscan los gobiernos de ahora, cuando nos dicen incluso cuándo, cómo, dónde y en qué tono debemos gritar.
Pero, mutatis mutandis, el México de Hidalgo no es muy diferente ni mejor al México que vivimos ahora. Independencia es sinónimo de libertad, y sin independencia económica jamás vamos a tener independencia política. Y hoy, por lo que vemos todos los días, es indudable que la libertad de nuestro país llega sólo hasta el límite que le permiten los intereses comerciales, ideológicos y políticos que el imperialismo norteamericano le impone. México, es el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primero en exportación de productos a la unión americana. En el año 2022, las exportaciones a Estados Unidos representaron el 78.3% del total, con un crecimiento interanual del 9.7%. Es decir, que casi ocho de cada diez productos o bienes que exporta nuestro país a gran parte del mundo, los compran los norteamericanos. Y no olvidemos que la dependencia económica supone siempre dependencia política e ideológica. Entonces, ¿somos verdaderamente un país independiente?
Pero cada 15 de septiembre nos dicen que somos libres e independientes, y nos arengan a gritar con todas nuestras fuerzas vivas por nuestra libertad e independencia. Pero lo que pasa con México como país, pasa también con los mexicanos.
En México pasa igual que en casi todo el mundo. Los pobres, es decir, la clase dominada, vive dependiente de los ricos, o sea, la clase dominante. ¿Vive en independencia y libertad el trabajador que gana un mísero salario, que no le completa ni siquiera para dar de comer a sus hijos? Claro que no. A él, su independencia económica le alcanza sólo para lo que su patrón decida. ¿De qué le sirve gritar entonces con todas sus fuerzas que es independiente? De nada, como no sea para vivir el siguiente día para volver al trabajo que lo consume y mata.
O una madre soltera, que debe trabajar todo el día y no tiene otra opción más que, casi casi, dejar amarrados a sus hijos porque no puede pagar para alguien que los cuide, ¿ella es libre e independiente? Y de ser así, ¿qué gana con la independencia? Nada, ella y sus hijos no ganan nada. O la gente que no sabe cómo defenderse y hacer valer sus derechos y que, por tanto, no tiene vivienda, agua, drenaje, ni centros educativos ni de salud y, a pesar de ello, no se queja ni respinga, ¿a esa gente de qué le sirve que México sea independiente?
Debemos saber que la libertad, la verdadera libertad, comienza por la libertad económica, es decir, con la independencia económica. Si un ser humano no posee independencia económica, no puede ser libre ni independiente ideológica ni políticamente.
Entonces, ¿quiénes, en México, tienen sobrados motivos para celebrar la independencia y la libertad del país? Los que tienen dinero, esos son los únicos libres, porque en una sociedad como la nuestra, el dinero y la independencia económica son la base fundamental para la libertad. Los pobres creen que son libres, y por eso gritan y creen en la independencia. Pero el pobre no puede ser libre porque está atado a su patrón, a su trabajo y a sus carencias económicas. Es por eso que lo mejor que puede ocurrir a los pobres, es darse cuenta que en esta sociedad no son libres ni independientes y no creerse el cuento de que en verdad lo son.
Si el pobre piensa que ya es libre e independiente, aunque en realidad no lo sea, ya no va a luchar por la libertad, es decir, por cambiar sus condiciones de vida; y no va a luchar, por el simple hecho de que uno no lucha por lo que ya tiene, o por lo que cree tener.
Aquí es donde aparece entonces, la verdadera importancia para las clases dominantes y sus gobiernos, de la ingente inversión de recursos económicos que hacen en las celebraciones cada 15 de septiembre. El objetivo es buscar el absoluto sometimiento del pueblo, para darle el gobierno que conviene a los potentados y dueños de la riqueza. Y para ello, es necesario meter hasta por los codos del pobre, la idea de que somos un país libre e independiente. No dejarse engañar ni someter, es el reto. Ya llegará el momento de la nueva insurgencia. No desesperemos.