En el marco de las celebraciones por el aniversario número 61 de la Escuela de Trabajo Social Vasco de Quiroga, esta institución entregó la presea “Ángela Escobosa Haas” al señor Alfredo Vázquez Munguía, quien desde hace más de cuarenta años a través de la Pastoral Penitenciaria ha realizado labor social en apoyo de las personas privadas de su libertad en los reclusorios de Colima.
Esta presea, que se entrega por vez primera, tiene como origen una propuesta realizada ante el consejo educativo por la propia madre Ángela Escobosa Haas (qepd) y por el maestro Ramiro Cisneros García, quienes consideraron importante reconocer a quienes realizan una acción social transformadora como la hizo Don Vasco de Quiroga en las tierras michoacanas, sin el afán protagónico, con el debido cuidado a la dignidad de las personas con quienes han vivido su misión, personas incansables y profundamente humanas.
En palabras del maestro Ramiro Cisneros, el señor Alfredo Vázquez es un cristiano, profundamente humano, un hombre que ha optado por el compromiso social con profundo apego al Evangelio, que es dar sin distinguir, pero dar hasta el corazón.
Alfredo Vázquez es un hombre bueno que ha dedicado su vida a sembrar esperanzas, un hombre sencillo y fiel en el seguimiento a Jesús, el pobre de Nazaret, un hombre que muestra lo luminosos que podemos ser los cristianos.
La siguiente reseña fue escrita por Ma. Elena Nava García, integrante de la congregación religiosa de Misioneras Eucarísticas de María Inmaculada (MEMI):
El señor Alfredo Vázquez Munguía nació el 12 de octubre de 1936 en Colima, Colima. Hijo de Camilo Vázquez y Ernestina Munguía, se casó el 12 de septiembre de 1964 con Silvia Nava García. Fruto de su amor tuvieron 7 hijos, 5 mujeres y 2 varones, además de que abrieron las puertas de su corazón y de su hogar durante 21 años a una niña a quien consideran como su propia hija.
Alfredo es un hombre de fe, servicial, amable, sencillo, sociable, optimista, acogedor, alegre, cumplidor de sus obligaciones como esposo y padre de familia. En su juventud perteneció a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y ya casado hizo el Cursillo Número 1 en la Diócesis de Colima y hasta ahora la camiseta «de colores» sigue trayéndola puesta. Desde hace más de 40 años realiza con pasión su labor apostólica desde la Pastoral Penitenciaria.
La preocupación por los presos lo ha llevado a dedicar más de la mitad de su vida a buscar la liberación integral de ellos. Movido por el amor de Dios ha buscado remediar un poco el dolor que trae consigo estar privado de la libertad.
Podemos aplicar a Alfredo esta frase tomada del salmo 40 «Bienaventurado el que atiende al necesitado y pobre».
Sus visitas al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Colima:
- Hacen presente a Jesús a través de la Eucaristía, que asegura sea celebrada sobre todo los domingos por el párroco de La Merced o algún otro sacerdote.
- Alegran el corazón de los presos, porque les lleva higiénicos, medicina, ropa, abrigo, pero sobre todo amor, alegría y esperanza.
- Trascienden, van más allá. Alfredo regresa a casa y saca un montón de papelitos pequeños sucios, maltratados, pero que contienen el número de teléfono de una abuela, una tía, una madre, un hijo o algún familiar de los presos. Habla con las familias, les informa, les habla de ellos, de su realidad y en muchas ocasiones les visita en sus domicilios particulares.
- Se prolongan. Porque él todo el tiempo está pensando en los presos, en sus necesidades. En sus pláticas, invariablemente toca el tema y está planeando la siguiente visita.
Su vida de entrega a esta Pastoral que atiende a uno de los Sectores más vulnerables de nuestra Sociedad es un ejemplo de vida cristiana. El organiza los tiempos litúrgicos fuertes como la Cuaresma, Semana Santa, Fiestas a María de Guadalupe, Navidad, así como la celebración de Sacramentos de Bautismo, Reconciliación, Primera Comunión, Confirmación, Matrimonio.
Alfredo abre las puertas de su hogar. Es frecuente que hombres que han salido de la cárcel lleguen hablándole por la cochera de su casa: «Don Alfredito deme un taco, no he encontrado trabajo». Brindándole un trato digno, a veces hasta llamándole por su nombre o apodo, lo pasa, lo sienta y comparte el pan con él. Si no se encuentra, el hombre dice «Alfredito me conoce… sabe que soy de confianza» y su esposa le da taco. En incontables ocasiones ha hospedado familiares de presos por varios días en su casa, -aun sin conocerlos- quedándose a dormir en sus recámaras, usando sus camas, comedor, todo. A lo largo de estos años Alfredo y su familia han tenido 2 vivencias fuertes del evangelio -en distinto tiempo- llevar a la persona recién salida de la cárcel a vivir a su casa, convivir con
ella por más de 1 año.
Dios le permitió a Alfredo tener una experiencia fundante que fortaleció aún más su amor a esta Pastoral. Fue hace alrededor de 20 años que por error estuvo preso 3 días en una celda. Vivió en carne propia lo que esto significa.
Este y otros gestos me hacen recordar las palabras del chileno San Alberto Hurtado Cruchaga, canonizado en 2005 y fundador de Los Hogares de Cristo en ese País «Que haya respeto al pobre, que haya camas, platos, cucharas, todo para ellos, que nuestra pastoral a los pobres no sea un mero acto de beneficencia o una caridad fría».
Alfredo ve en el preso a Cristo y comprende muy bien lo que la Doctrina Social encierra y representa. Sabe que el Cristianismo o es social o no es. Su celo incontenible por esta Pastoral, lo ha impulsado a que la promesa de Jesús «He venido a traer vida y vida en abundancia» se realice en los presos, por eso propicia Fines de semana de desintoxicación, retiros, cursos, talleres de oración y vida, etcétera, que les ayude a ser mejores personas.
Algo que también es admirable en Alfredo es que es tenaz, vence las dificultades a fuerza de bien tanto en su familia como en la Iglesia y Sociedad. Nada lo detiene, es un hombre libre, su voz es profética, apuesta por los presos, es capaz de todo. Lucha porque le vuelvan a permitir llevar algunas cosas, que en momentos se vuelven prohibiciones so pretexto de que eso toca proveerlo a la institución.
Está llegando el momento en que Alfredo entregue la estafeta a otras personas y entonces se convierte en un reto fortalecer un equipo sólido que tenga la convicción de que la Pastoral Penitenciaria es parte importante del proceso sinodal que estamos haciendo a nivel diocesano.
En Alfredito -como lo llaman los presos- desde ya se cumple la promesa de Jesús: «Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino, porque abrieron las puertas de su hogar al sin techo y hambriento, porque estuve encarcelado y fueron a verme».
El reconocimiento fue entregado a Alfredo Vázquez “por su trayectoria solidaria en apoyo a las personas privadas de su libertad, mostrando un rostro humano, generoso y fraterno que rescata su dignidad de una manera respetuosa”.
En el evento de entrega de la presea estuvieron presentes, además del homenajeado, el maestro Ramiro Cisneros García; las directoras de la Escuela de Trabajo Social Vasco de Quiroga en el nivel licenciatura, Carmen Jiménez Solano, y en el nivel técnico, Clara Alcántara Torres, así como integrantes del consejo educativo: Marigel Castillo Cázares, Rubí Gómez Aro, Ángeles Lucas Máximo, Josefina Bejarano Padilla, René Hernández Corona, y Jorge Torres de la Asociación Civil Vasco de Quiroga.