Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

Hace unos días, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicó los resultados de la prueba PISA, una evaluación internacional que mide los conocimientos adquiridos y las capacidades para aplicarlos en matemáticas, lectura y ciencias en jóvenes de 15 y 16 años, y los compara con el informe anterior de 1018. Los resultados obtenidos por los mexicanos, resultan sumamente reveladores para caracterizar nuestro endeble sistema educativo.

Veamos un apretado resumen de nuestros resultados: México obtuvo 126 puntos menos que Japón, el país mejor evaluado. Sin embargo, sólo seis puntos separan a México de Colombia, el último lugar de los 34 países de la OCDE. Nuestro país es el tercer peor evaluado en matemáticas y Comprensión lectora, con el peor puntaje en Ciencia, y retrocedió a niveles similares a los de 2003; además, hay una caída de 24 puntos menos en comparación a 2009 y 14 puntos menos en comparación a 2018. Dos de cada tres estudiantes mexicanos no alcanzan el nivel básico de aprendizaje en matemáticas. En resumen, estamos más que reprobados; y es muy claro que esto, no se nos quita ni con pomada de la Campana.

Por su parte, el presidente López Obrador ya salió a dar la cara (o lo que le queda de ella) acerca de esto, y, muy a su estilo, como ya es su costumbre en cada situación similar, recurrió a sus otros datos.

Veamos a continuación una nota que retrata de cuerpo entero al mandatario morenista, cada vez que las circunstancias le exigen asumir la responsabilidad de los resultados de su gobierno. “AMLO minimiza la caída de los resultados educativos de México en el informe PISA”, se lee así en una nota electrónica del medio Forbes, del 6 de diciembre de 2023; y luego se dice ahí también lo que el mandatario salió a argumentar: “Nosotros no lo tomamos en cuenta porque todos esos parámetros se crearon en la época del neoliberalismo, el predominio del período neoliberal en donde lo que querían era impulsar supuestamente la calidad de la enseñanza, la excelencia y desaparecer la educación pública, degradándola, afirmó el mandatario durante su rueda de prensa matutina.”

Pues yo digo que, seguramente que el presidente tiene sus razones para decir lo que dice, pero, una evaluación, es una evaluación; y esta ligereza de argumento vale tanto como decir que, en la actualidad, no deberíamos tomar en cuenta nuestro moderno sistema decimal, porque se sabe que éste se creó en el año V a. C., es decir, en la época esclavista. Además, si dice que, “Nosotros no lo tomamos en cuenta”, ¿por qué hicieron, entonces, que nuestros estudiantes participaran en la evaluación? Y luego, ¿por qué los 33 países restantes de la OCDE, sí lo toman en cuenta? Y, ¿qué decir del resto de los 80 países que evaluó PISA?

Que no nos confunda la ligereza argumentativa del presidente. Nos guste o no, somos una calamidad educativa para el mundo; esa es una consecuencia, como muchas otras más, de un gobierno ineficaz que no escucha razones de ningún tipo. Se empecinan, como se suele decir el pueblo, en querer poner a los bueyes atrás de la carreta cuando se le quiere hacer avanzar. Muchos mexicanos dijimos a tiempo, que la desigualdad social que sufrimos en el país, nos es, fundamentalmente por la corrupción, sino por la pobreza. Pero no escuchan.

Porque, ¿cuántos millones y millones ha dicho el presidente que se han invertido en educación?, ¿cuántos? Y, además, ¿cuántos corruptos hay en la cárcel luego del cierre definitivo de las escuelas de tiempo completo? Pero, ¿y que hizo, cuando renombrados especialistas protestaron por la modificación de los libros de texto? Nada hizo, salvo su santa voluntad. Y aquí estamos.

Ahora es momento de repetir, que, dar dinero y más dinero en becas, mochilas, útiles escolares, computadoras y etcétera, mientras no se reabran las escuelas de tiempo completo, no se aumenten los salarios de los maestros, no se mejore sustancialmente los edificios escolares que ya existen ni se construyan nuevos, ni se modifique y mejore el modelo educativo, los resultados seguirán siendo peores. No lo olvidemos.

La ineficacia de los Programas de Transferencia Monetaria, como es el caso ahora de las Becas del Bienestar y otras ayudas, ya quedó manifestada desde sexenios anteriores. Para probarlo, citaré la opinión de un especialista en la materia.

El 16 de agosto de 2018, Máximo Ernesto Jaramillo Molina, publicó un trabajo en la revista Nexos que conviene leer con atención. He aquí un extracto para argumentar lo que ahora opino:

“La pobreza no ha disminuido en los últimos 24 años, es decir, en los últimos cuatro sexenios. No ha sido suficiente la creación de Programas de Transferencias Monetarias (PTM) como PROSPERA (que comenzó como PROGRESA y luego cambió de nombre a Oportunidades), 65 y más, y el Programa de Apoyo Alimentario (PAL), a pesar que en su conjunto cuentan con un padrón de beneficiarios de más de 30 millones de personas, y han gastado de más de un billón 250 mil millones de pesos durante todos sus años activos. El porcentaje de población que se encuentra en situación de pobreza continúa por encima del 52%. Asimismo, ahora en el país hay 18 millones de pobres más que en 1992, según la medición oficial más reciente.”

Y, la opinión del especialista, en cuanto a la razón del fracaso de las políticas sociales en disminuir la pobreza y la desigualdad, cuya consecuencia, aunque no es la única, es precisamente el resultado que obtuvimos ahora en la evaluación de PISA, es la siguiente: “[…] se debe a su concepción errónea de dicho programa. Estos programas parten de la idea de que la pobreza es un problema de carácter individual, originado por la carencia de capital humano de las persona.

Sí, también yo creo eso; pero además hay que agregar, que la situación se agrava aún más con el gobierno federal actual, porque, con el pretexto de dotar a algunos mexicanos de “capital humano” con las Becas y otras ayudas monetarias, se abusa del poder oficial y del presupuesto para hacer proselitismo electoral con las víctimas más extremas de la pobreza.

Pero la realidad es terca. Con evaluación PISA o sin ella, es claro que a todos los mexicanos nos urge un nuevo cambio en el gobierno del país. Uno distino, pero mejor. Y este cambio no va a llegar, mientras que el pueblo no se decida a organizarce para a exigirlo con el ejercicio democrático en las urnas. La tarea, pues, sigue pendiente.

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