Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En un Congreso celebrado en Londres, Inglaterra, en noviembre de 1847, La Liga de los Comunistas, una organización obrera internacional, que, por las circunstancias de la época sólo podía ser secreta, encargó a los creadores del socialismo científico: Carlos Marx y Federico Engels, la redacción de un detallado programa teórico práctico destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. Así nació el Manifiesto del Partido Comunista.

Esta obra histórica, según dejaron dicho sus autores en su edición alemana de 1872, fue publicada primeramente en alemán, y fue reeditada doce veces por lo menos en ese idioma en Alemania, Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no vio la luz hasta 1850, y se publicó en la Red Republican de Londres; en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres traducciones distintas. La versión francesa apareció por vez primera en París poco antes de la insurrección de junio de 1848. La versión polaca apareció en Londres poco después de la primera edición alemana. La traducción rusa vio la luz en Ginebra en el año sesenta y tantos. Al danés se tradujo a poco de publicarse.

Hoy, creo no mentir si digo que este histórico material es ya casi universalmente conocido por los especialista en el tema, pero también, por todos aquellos interesados que, de alguna u otra manera, de buena fe, buscan explicarse y explicar a sus semejantes con el apoyo del análisis científico de la historia, las consecuencias nocivas ocasionadas por el modelo de producción capitalista, hoy imperante en gran parte del mundo.

El Manifiesto no sólo es la explicación científica del origen de todas las sociedades conocidas hasta nuestros días, aparecidas después de la comunidad primitiva; es también, como sus mismos creadores dejaron dicho en él, un programa teórico y práctico de defensa intelectual, cuyos destinatarios casi exclusivos son todos los trabajadores del mundo y sus familias.

Para decir con gran precisión científica todo el grandioso cúmulo de brillantes ideas contenidas en él, y tomando en cuenta también, todo el hostigante mecanismo de censura implementado por los enemigos del progreso social de los trabajadores del mundo de esa época, tuvieron necesidad los creadores del Manifiesto de comprimir hasta lo posible, todas las verdades científicas conocidas hasta el momento en relación a la evidente lucha de clases, que ya dominaba a las sociedades.

Pero lo dicho, dicho esta en él; y con un buen guía a manera de buzo intelectual, con persistencia y dedicación, se podrá abrevar con suma avidez todo el manantial de luz que de él amana; y entonces la claridad necesaria llegará.
En la edición alemana de junio de 1883, ya muerto Carlos Marx, pero inmortalizado su pensamiento, Federico Engels, a manera de un póstumo homenaje para su amigo y compañero de batallas, nos dejó ahí una perla significativa del tremendo rosario intelectual creado por estos gigantes del pensamiento humano. La transcribo a continuación, porque con ella, tenemos una muestra muy sintética y reveladora, del inigualable sumo científico e ideológico con que nos regalaron los creadores del socialismo científico.

Dijo Engels así: “La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica, constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx”.

Para cualquiera que no cierre deliberadamente su entendimiento a la realidad vivida hasta nuestros días, esto aplica y aplicará en lo que vive y ha vivido el mundo en la actualidad, donde las clases social y económicamente dominantes, hacen todo cuanto pueden por borrar de la faz de la tierra a todos los oprimidos y explotados que ya no pueden, aunque así los quisieran, dar la fuerza de trabajo que los ha enriquecido por siglos. Y tanto es así, que su bombas y misiles están exterminando por miles y miles la humanidad en zonas enteras con el planeta mismo.

Y la explicación de la hecatombe sangrienta no es otra. El Manifiesto dice la verdad. La lucha de clases bajo el capitalismo está haciendo lo suyo, y los potentados del planeta exigen a los oprimidos su cuota de ganancia, o la muerte. Llegó la hora de encontrar nuevamente la guía en el estudio del marxismo. Después, puede ser demasiado tarde.

En México la lucha de clases también hace lo suyo. Aquí, los misiles son de pobreza, inseguridad, injusticia y abandono; pero el resultado es lo mismo: el sometimiento o la muerte. Ante la pasividad e inoperancia del gobierno federal, a los miles de muertos por la pandemia se siguen sumando los de la inseguridad. Y esto no tiene para cuando acabar.

Hace poco menos de una semana, leí que unos agricultores de Texcaltitlán, en el Estado de México, cansados de la extorción de que eran objeto, se enfrentaron a miembros de la delincuencia organizada, el saldo fue de 14 muertos. “El grupo criminal exigía a los comuneros el pago de una cuota por cada metro cuadrado de sus campos de haba y chicharos. Ellos se negaban. La cosecha había sido mala” (El País, 11 de diciembre de 2023). En estos hechos sangrientos, los medios dicen que la peor parte la llevaron los delincuentes. Pero yo no lo creo así. No somos un país donde impere la justicia para los oprimidos. Las consecuencias no tardarán.

México, como casi todo el mundo, necesita otro modelo de producción; uno en el que impere el interés del bienestar del ser humano por encima del interés de la ganancia. Pero el cambio de modelo no llegará de la mano de las clases dominantes. Urge la organización de todos los oprimidos. Llegó la hora de acudir al Manifiesto.

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