Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

La obra que recomiendo el día de hoy, no es una más como cualquiera otra. Su autor, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, líder y guía indiscutible del Movimiento Antorchista Nacional, es, a no dudarlo, no sólo un científico mexicano estudioso como pocos de la geopolítica contemporánea que hoy nos invade y somete; al mismo tiempo es, también, un experto, riguroso y consecuente instrumentador del materialismo dialéctico-histórico en todos los campos de investigación, que son muchos, a los que ha dedicado su tiempo y su genio a lo largo de casi toda su vida.

Aseguro, que, conocer las ideas que el autor nos regala en esta novedosa obra que hoy comento, nos develará verdades científicas de la sociedad, mucho tiempo ocultadas por la aplastante propaganda imperialista, que son la esencia misma del devenir mundial y nacional, que hoy sufrimos por todos lados.

En enero de 1859, luego de aplicarse arduamente a hacer una revisión crítica de La filosofía del derecho, de Hegel, Carlos Marx escribió en el prólogo a su obra “Contribución a la crítica de la Economía Política”, lo que él mismo afirmó, que sirvió de hilo conductor de sus estudios económicos posteriores, y que culminaron en su inmortal obra llamada El Capital. He aquí, formulado brevemente el descubrimiento de Marx:

“En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social [su ser] lo que determina su conciencia. En un estudio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o – lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo – con las relaciones de producción dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social.”

A finales del siglo XIX, nadie hasta entonces, como Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin, había descubierto la esencia científica que esta formulación encerraba, para conseguir la transformación social que se había vivido hasta entonces; “el gran mérito histórico-universal de Marx y Engels consiste en que señalaron a los proletarios de todos los países cuál es su papel, su tarea, su misión: alzarse los primeros a la lucha revolucionaria contra el capital y agrupar en esta lucha, en torno suyo, a todos los trabajadores y explotados”, concluyó así el revolucionario ruso.

Y, siguiendo consecuentemente el “hilo conductor” descubierto por Max y sus estudios posteriores, sumados al aporte intelectual y práctico de su propio genio, Lenin consiguió en 1917 una revolución social que le dio al mundo el primer Estado proletario, es decir, un gobierno de los trabajadores.

Y no hay duda, es este mismo “hilo conductor” marxista, aunado a las geniales aportaciones teóricas y prácticas de Lenin, y sumado todo eso al propio aporte intelectual profundo del ingeniero Aquiles, fue lo que lo llevó, seguramente, a la afirmación con la que arranca la obra que hoy comentamos, que es necesario conocer.

Veamos. “Comenzaré por definir, en una fórmula que sea clara y precisa, el momento que vive el mundo actualmente: El mundo se acerca a una crisis definitiva de grandes proporciones que, como toda crisis, lo coloca en el filo de la navaja: o se sana o se muere. El planeta está a punto de enfrentar una crisis de esta radicalidad y definitividad. Hoy, la lucha es por el dominio del mundo. No hay exageración, así están las cosas.” Y esto es cierto; las guerras promovidas por el imperialismo norteamericano en casi todo el mundo, nos dicen claramente que así están las cosas.

Pero, ¿cómo fue que llegamos a esta crisis definitiva del mundo? Y aquí es donde comienza a aparecer la magistral aplicación del materialismo dialéctico-histórico, que el maestro Aquiles emplea en todo el desarrollo de su obra. Para entender al autor y su profundo razonamiento, es menester saber que casi la totalidad del mundo vive hoy en el capitalismo, es decir, “la economía basada en la ganancia privada de las empresas, el sistema basado en la explotación del sistema asalariado y en la acumulación de riqueza a base de una parte de ese trabajo no pagado al obrero (lo que Carlos Marx llamó plusvalía), que es lo que ha venido enriqueciendo cada vez más a los dueños de los medios de producción, de los medios de transporte, y ahora, de los bancos.” (ACM)

Aparecido a mediados del siglo XVII, el capitalismo ha promovido desde entonces la acumulación de una inmensa cantidad de riqueza en unas pocas manos, y una insultante miseria entre millones de seres humanos. Pero, todo cambio de calidad afecta indefectiblemente a la calidad, y viceversa. Y a principios del siglo XX la capacidad productiva, comercial y de explotación laboral del capitalismo, lo llevó a la concentración y centralización del capital, donde los grandes consorcios empresariales controlaron toda la producción de un país y del mundo; y así, el capitalismo evolucionó a su fase superior: el imperialismo.

Pero el imperialismo nació con un mal congénito. La concentración y centralización de capitales trajo consigo la aparición inminente de un capital sobrante, es decir, capital financiero en bancos, que, para garantizar su existencia, era necesario y urgente invertirlo a como dé lugar. Pero, ¿qué pasa si un país, como Estados Unidos, tiene ya agotadas las áreas de inversión, y no tiene ya modo de acomodar su capital sobrante? La única salida es invertirlo en el resto del mundo. ¿ Y qué pasa cuando los países se resisten a la entrada de esos capitales extranjeros? Pues si no quieren por las buenas, como sucede con México, entonces por las malas: bloqueo económico, guerra mediática, tanques, bombas y misiles. Así se comporta el imperialismo.

Y mientras esto hacen los poderosos en el mundo, ¿qué podemos hacer los pobres mortales para salvar a la humanidad? La respuesta está en la filosofía misma que alienta y empuja al Movimiento Antorchista Nacional: organización y educación política. “Debemos sumarnos y dar la batalla ideológica por un mundo mejor. El llamado es a unirnos, a organizarnos y a luchar para abonar en la construcción de una sociedad en la que todos vivamos mejor”, concluye así su obra el ingeniero Aquiles. El camino es largo y difícil, pero no hay otro. Bienvenido pues a nuestra conciencia, “La crisis terminal del capitalismo”.

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