Por Luis Enrique López Carreón.  Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

 

El día 12 de abril pasado, se cumplió un año del salvaje asesinato de una familia de lideres Antorchistas guerrerenses, ocurrida en las cercanías de Chilpancingo Guerrero; desde entonces, no ha pasado un solo día sin que los integrantes del Movimiento Antorchista Nacional no hayamos exigido justicia y castigo para los autores intelectuales y materiales de tan horrendo crimen.

Vladimir Hernández Martínez de tan sólo seis años, su padre, Conrado Hernández Domínguez, y su madre, Mercedes Martínez Martínez, eran personas muy conocidas en Chilpancingo, y conocida también la actividad principal a la que habían consagrado toda su vida joven: el activismo social; mismo que llevaron a cabo siempre de manera públicamente honrada y con abnegación, como lo pueden constatar aún, a un año de su partida, los miles de guerrerenses humildes que tuvieron la oportunidad de conocerlos. Pero, por si no fuera esto suficiente para calificar la vida de nuestros compañeros muertos, están la regularización de colonias de Chilpancingo, las pavimentaciones, electrificaciones, introducción de drenajes; obras concluidas o en proceso por la gestión, labor incansable que nuestros compañeros encabezaron y dirigieron hasta el último de sus días.

Por eso, y porque nos duele su ausencia, una pregunta inquieta siempre a todo aquel que recuerda las bondades del buen trato de nuestros compañeros asesinados: ¿por qué los mataron? Y la respuesta no puede ser otra: por defender, encabezar y ayudar a mejorar la vida, a la clase social y económicamente más maltratada, es decir, la clase socialmente dominada.

Es claro que la clase económicamente dominante, a través del sistema de producción capitalista, también llamado neoliberalismo o economía de libre mercado, busca y buscará siempre exprimir hasta la última gota de fuerza de trabajo de la clase dominada, los trabajadores; y para llevar a cabo tal intención fatal, promueve y promoverá siempre la ausencia de todo ejemplo de organización y defensa en la masa trabajadora. Y ahí, donde la propaganda mentirosa y disolvente no haga lo suyo contra la organización de los pobres, viene entonces el uso de la fuerza con la represión, y con ella, viene también la muerte. Para la clase dominante, matar a los dirigentes es matar a su organización. Pero la historia ha dicho también lo contario.  

En el hilo conductor de toda la obra económica de Carlos Marx, como él mismo lo afirmó en el Prólogo de una de sus obras de 1859, se aprecia el descubrimiento científico más importante que revoluciono el conocimiento que hasta entonces se tenía de la sociedad: la esencia material de la teoría de la lucha de clases. Dijo así Marx: “El modo de producción de la vida material, condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.

Es decir, en una sociedad como la nuestra, donde el modo de producción y su aparato productivo de toda la riqueza, está en manos de la clase económicamente dominante, las ideas dominantes, y con ellas toda la vida social, jurídica y espiritual, toda, estará en manos de esa clase dominante. En otras palabras, todo cuanto sucede o deje de suceder en nuestra moderna sociedad, estará bajo el mando y dirección de la clase social que alienta y mantiene el moderno sistema neoliberalista de producción.

Es aquí donde yo sostengo que, dígase lo que se diga, hablando de homicidios dolosos, todos los muertos, y nuestros muertos, son asesinatos del modelo de producción capitalista.  

Pero nuestros muertos no son las únicas víctimas del sistema. El medio electrónico Infobae, dijo así en su portal del 4 de marzo pasado: “En el sexenio de AMLO se comete un homicidio cada 15 minutos: según estudio”; en el medio se dan a conocer datos proporcionados por la empresa TResearch en el informe que hizo púbico recientemente, llamado: Homicidios en México, cifras diarias e históricas”; el medio citado lo dijo así: “Desde diciembre de 2018 hasta el pasado mes de febrero de 2024 (período en el que AMLO se ha desempeñado como presidente de México), se reportaron 180 mil 609 homicidios, con un promedio diario de 95 casos. Esto significa que cada 15 minutos una persona es privada de la vida en el país”. Esto, que parecieran solo cifras estadísticas, significan una verdadera tragedia para los mexicanos más pobres.

Y, ante lamentable panorama, ¿qué debemos hacer? Esta cuestión ya quedó también resuelta por la historia. El marxismo enseña que la historia de todas las sociedades hasta nuestros días (salvo la comunidad primitiva), es la historia de la lucha de clases; pero no significa esto que la clase social que hoy es dominada no pueda llegar en el futuro a ser dominante. La lucha de clases significa resistencia mutua a intereses sociales y económicos diferentes. La clase dominada no tiene el poder económico, ideológico ni político que detenta la clase dominante; pero tiene su número, la fuerza de trabajo, la dirección necesaria y toda la experiencia de la historia para llegar a tener todo eso.

Este es el reto del porvenir, este es el reto de los trabajadores del mundo. Los muertos, y nuestros muertos son mártires de la lucha de clases. No lo olvidemos.

Colima, Col., 13 de abril de 2024

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