Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Comienzo el trabajo del día de hoy con una formalidad ya muy usada, y desgastada por lo mismo, pero necesaria para dejar dicho aquí claramente y con sincero entusiasmo, el regocijo que me han provocado y me siguen provocando los eventos de graduación, donde, niños y jóvenes de todos los niveles educativos conocidos en el país, reciben los documentos que acreditan los conocimientos recibidos en un período determinado, y, de ese modo, se certifica que están capacitados para otros niveles del conocimiento académico, o para ejercer su profesión en el mundo laboral o de investigación científica. Estos actos testifican cuando menos en la forma, que el conocimiento pasa de generación a generación.
La formalidad dice así: “¡Felicidades jóvenes graduados, son ustedes sin duda el futuro de México!” Yo en verdad lo creo.
Y, para que no se interprete mi gesto de hoy como un simple y vil acto de demagogia, como los que estamos ya hartos de escuchar casi por todos lados, aseguro aquí, y por lo que diré más adelante, que no es tal insolencia lo que me inspiran estas sinceras y emotivas palabras.
Demagogia se le llama, a una degeneración de nuestra democracia, que consiste en aquella intencionada practica usada sobre todo por los políticos, para buscar mediante concesiones y halagos a los sentimientos más elementales de los ciudadanos, hacerse con el poder o mantenerlo a toda costa para sus muy particulares intereses. Y no es eso ni nada parecido, lo que inspira y alienta el pensamiento de quienes con todas nuestras fuerzas y entusiasmo honrosamente pertenecemos al Movimiento Antorchista Nacional.
Todo lo contrario. Los Antorchistas afirmamos que los demagogos son los peores enemigos del pueblo trabajador; son los peores, porque excitan los malos instintos del pueblo, y porque a los ciudadanos más desprevenidos les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan y a veces sinceramente, disfrazados como amigos. Son los peores, porque en este período de dispersión, vacilaciones, miedo y de suma pobreza que padece el pueblo mexicano, nada hay más fácil que arrastrarlo demagógicamente a aventuras inútiles y peligrosas, de las cuales, sólo podrán librarse y convencerse del error en que han caído, luego de amargas y trágicas pruebas y experiencias, como lo son muchas veces, la miseria, el desempleo, la falta de vivienda, salud y educación, pero también, desgraciadamente, el secuestro o la muerte de sus seres queridos.
De ahí, que la consigna que nos mueve a los Antorchista de todo el país, es, precisamente, siempre y en todo lugar, combatir con decisión a todos los que caen en la demagogia, sobre todo, aquellos que vendrán a presumir ahora sus numerosos triunfos electorales, pero también, a aquellos que se cobijan a conveniencia con todos los colores partidistas habidos y por haber. El pueblo necesita saber la verdad; y es tarea de toda persona bien nacida, el procurar decírsela siempre en cada oportunidad que se nos ofrezca por insignificante que esta parezca y sea.
Suele decir la demagogia oficial, que los jóvenes son el futuro de México; y nada hay más cierto y justo que esto. Pero, ¿qué futuro nos espera a todos, cuando, quienes tienen la obligación oficial de garantizar en los hechos el presente de los jóvenes, no lo hacen como prometen? Estoy muy seguro de una verdad incuestionable; que entre los jóvenes que hoy se gradúan en todo el país, pueden estar los futuros maestros, médicos, ingenieros, licenciados, arquitectos, etcétera; pero también seguramente, pueden estar los futuros políticos que contribuyan a la buena gobernabilidad de los municipios, los estados y del país. Y, sin embargo, me es remoto creer que los padres y madres de familia, y los maestros, ante sus difíciles y precarias condiciones económicas y materiales en que viven y educan, por grandes y sacrificados que sean los esfuerzos que hagan, tengan la certeza de que podrán asegurar para sus hijos y alumnos este necesario y urgente futuro.
Los jóvenes estudiantes de hoy, a pesar de las ingentes cantidades de dinero fácil que se dice que se les da a través de las becas para el bienestar, son el sector más maltratado y abandonado por el sistema educativo mexicano de nuestros tiempos, y su gobierno. Y esto es así, porque la realidad, como muestra insobornable de la verdad, no se deja engañar con discursos mañaneros.
Dejando a un lado la precaria situación que vive también la educación básica, se sabe por datos oficiales del año pasado, que en México, del total de los jóvenes que logran terminar el bachillerato, sólo 24% de ellos ingresan a la universidad, es decir, dos de cada diez egresados. Mientras que la cobertura de educación superior en México es de 32%, muy inferior a la de varios países de América Latina como Cuba o Puerto Rico, los cuales tienen una cobertura de 86%.
Pero no es esta toda la tragedia. En cuanto al nivel universitario, no solo la inscripción es un problema, sino también la culminación de los estudios. De hecho, según el INEGI, solamente 8 de cada 100 estudiantes que ingresan a la universidad logran terminarla. Esta tasa de graduación, o “porcentaje de egresados de universidad en México”, es extremadamente baja en comparación con otros paises similares al nuestro.
Para entender la esencia de las causas de este desagradable fenómeno, es necesario analizar dos razones de la deserción universitaria. Según encuestas realizadas al caso, por un lado, tenemos la falta de interés de los jóvenes, que involucra a un 37.4% de los universitarios, y por el otro, estan las dificultades económicas, con el 35.2%; pero, por lo que se sabe, estas dos razones no son independientes entre sí. La falta de interés puede estar vinculada a las perspectivas de empleo y remuneración insatisfactorias para los graduados universitarios, mientras que las dificultades económicas están fuertemente influenciadas por el alto costo de las matrículas universitarias, pues, cursar una carerra de las más demandadas por los jóvenes en las universidades públicas, los costos van desde los 43, 994 pesos a los 60,448 por carrera; mientras que en las universidades privadas cuestan, entre 234, 085 pesos y los 888,963. Y no estamos hablando aquí de otros costos como las bobliografías, alimentación, pasajes o materiales diversos.
A causa de los altos costos de la vida, promovida y tolerada por nuestros modernos gobiernos y su política de dádivas cual moderna limosna oficial, la suerte que les espera a nuestros graduados de hoy no será nada fácil.
Hay quien dice, que la educación superior genera ciudadanos más críticos y participativos, impulsa la innovación, la creatividad y la productividad en general, además de constituir un importante motor de igualdad social. Y yo estoy de acuerdo con eso.
Por eso comparto la idea, de que la solución al trágico panorama que he mencionado ya, debe ser tarea de todos, absoltamente de todos los que tenemos una mínima conciencia del problema. Pero para cambiar la suerte que viven hoy nuestros hijos, y el futuro trágico que los amenaza, es necesario crear entre todos una fuerza social muy superior a la que detentan ahora los demagogos oficiales, enemigos del progreso de los más desamparados. Construyamos pues entre todos los padres de familia, los maestros y la sociedad agraviada en general, la organizacion progresista, humana y generosa por la que ha trabajado el Movimeinto Antorchista desde hace 50 años. Hagamos del futuro que viene, el bienestar verdadero que nuestros hijos necesitan para realizarse como los profesionistas inteligentes y humanistas que necesita nuestra patria. Ese es el reto que tenemos los hombres y mujeres de bien.
Y para los jóvenes graduados, no me queda más que decirles con la mayor sinceridad y humildad de que puedo ser capaz, que no caigan en manos de la demagogia oficial, no teman conocer la verdad, no tengan miedo al futuro, cuentan con Antorcha para enfrentarlo bien; estudien, estudien mucho, armanse de astucia y valor para hacerse con los conocimiento que las ciencia y la técnica tienen guardadas para las mentes valientes. Armense de lo más granado del conocimiento, y luego, ya con él, humanitariamente vengan con Antorcha y pónganlo al servicio de los mexicanos más desamparados. Aquí los seguiremos esperando para que juntos todos, hagámos realidad la patria más justa, soberana y equitativa que merecemos y necesitamos. Que así sea.
Colima, Col., a 28 de junio de 2024