Por Luis Enrique López Carreón. Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Los especialistas dicen que el neoliberalismo le fue impuesto al Mundo Occidental desde el siglo pasado por Estados Unidos e Inglaterra, luego que vislumbraron la derrota del comunismo soviético en la guerra fría de los años setenta. Josep Fontana lo dijo así: “[…] los empresarios, bajo la tutela del presidente Ronald Reagan y de la señora Thatcher, decidieron que había llegado el momento de iniciar una política de lucha contra los sindicatos, de desguace del estado de bienestar y de limitación del papel de los gobiernos en el control de la economía.”
A México, se sabe que el neoliberalismo le fue impuesto por Estados Unidos en la época del gobierno de Miguel de la Madrid, como condición para poder ayudar al país a salir de la crisis económica en que lo había sumido el expresidente José López Portillo, luego de que promovió la expropiación de la banca y del mal uso que hizo de la riqueza petrolera de entonces. Fue así como quedó sellada la suerte de miseria y abandono oficial que sufrimos hasta nuestros días.
Las exigencias del neoliberalismo nos lo recordó el ingeniero Aquiles Córdova Morán en reciente entrevista concedida al canal 6 de televisión:
“[…] en esencia, pide reducir al mínimo las prestaciones de las masas obreras, como los salarios, las pensiones, el seguro de enfermedades laborales y, desde luego, elevar la edad de la jubilación. […] pide recortar todos aquellos servicios sociales que la democracia liberal reconoce como obligación de los gobiernos respecto a sus pueblos, por ejemplo, la educación gratuita, la salud, las ayudas para mejorar la vivienda y otros servicios como el gas, la electricidad barata, el agua asegurada, etcétera. […] y en el caso de los servicios sociales, que se privaticen para que el gobierno deje de gastar dinero en esos servicios, deje de requerir mayores ingresos y, por tanto, pueda bajar los impuestos a las grandes empresas, a los grandes capitales. A fin de cuentas, el neoliberalismo termia siendo una redistribución de la riqueza al revés, pasar el dinero de los obreros, de las grandes masas populares a las clases altas.”
En conclusión, al neoliberalismo no se le podrá desterrar de México con un simple discurso presidencial, tal como pretendió el expresidente mediante un decreto. El neoliberalismo vive; y para muestra basta un botón.
En el medio digital www.mexicosocial.org, se dice que la Dra. Sheinbaum, influenciada por su mentor, anunció un Plan para aumentar la cobertura universitaria para ampliar la educación pública y gratuita en México; en esencia prometió 330 mil nuevos espacios en algunas instituciones universitarias del país. Dicen que, con esto, plantea un cambio de rumbo frente a las políticas que durante décadas favorecieron el crecimiento del sector privado.
Si todo esto en verdad fuera posible, estaríamos entonces ante una medida gubernamental contra el neoliberalismo. Pero la realidad no se deja engañar con saliva.
El mismo medio afirma que, el informe Education at a Glance 2024 de la OCDE, arroja una serie de datos que revelan un panorama educativo con profundas desigualdades estructurales, que ponen en duda si esta expansión logrará realmente transformar el sistema educativo. Veamos los datos.
El informe dice que 6 de cada 10 egresados de educación superior provienen del sector privado, muy superior al promedio internacional; esto sugiere que, aunque se amplíe la matricula en las universidades públicas, el prestigio y los recursos seguirán concentrándose en las universidades privadas, fomentando así la disparidad en oportunidades y movilidad social.
Luego se dice también que, el 42% de los jóvenes adultos en México no ha terminado la educación media superior; ocupamos el último lugar de los países de la OCDE junto con Sudáfrica. Esto refleja el bajo nivel de preparación de buena parte de la población joven, por tanto, los esfuerzos por ampliar la educación superior podrían ser insuficientes si no se fortalecen los niveles educativos previos.
En relación a esto, el informe dice que, en México, el gasto promedio por estudiante es de 3,513 dólares anuales, mientras que en la OCDE asciende a 14,209 dólares, y que la caída en la inversión educativa pasó de 5.1% a 4.2% del PIB; lo que refleja una tendencia preocupante, pues la educación no ha sido una prioridad en los años recientes.
La saturación del personal docente es otro inconveniente. El informe dice que, mientras que en otros países los maestros atienden en promedio a 13 o 14 estudiantes por aula, en México los docentes enfrentan grupos de 24 alumnos en primaria y hasta 30 en secundaria; además, los salarios de los maestros mexicanos son 24% inferiores al promedio de la OCDE, lo que no sólo desalienta a la vocación docente, sino que también reduce la calidad de la enseñanza
El medio finaliza así: “Es fundamental que este plan vaya acompañado de una estrategia integral de políticas públicas, que articule la ampliación de la educación superior con una mejora en la calidad de la enseñanza, la inversión en infraestructura educativa y el fortalecimiento de los niveles educativos previos. Sin este enfoque, la expansión puede terminar reproduciendo las desigualdades existentes al privilegiar la cantidad sobre la calidad”. Es decir, entonces, que el Plan de la presidenta quedará en puro discurso.
Los jóvenes universitarios también son víctimas del neoliberalismo; pero no los salvaremos nunca con discursos engañosos. Hace falta organizarlos y luchar todos juntos contra este modelo explotador y el gobierno que lo sostiene. La tarea, entonces, sigue pendiente.