Por Luis Enrique López Carreón

Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

El domingo 20 de noviembre pasado, luego de la suspensión causada por la pandemia, los gobiernos de casi todos los niveles y colores, como ya era costumbre, reanudaron la conmemoración del aniversario del inicio de la Revolución Mexicana; en esta ocasión, los 112 años de iniciado formalmente este movimiento social, promovido, según la mayoría de los libros de texto, el 20 de noviembre de 1910 por Francisco I. Madero y sus comités antirreeleccionistas.

En esta ocasión, tal como ha sucedido en las conmemoraciones pasadas de este y de otro tipo, sufrimos también la misma insolencia disfrazada de exaltado patriotismo de parte de las clases económica y políticamente dominantes, dueñas también de la ideología y de la cultura dominante. Tanto así, que, emulando al cura Hidalgo cuando gritó ¡muera el mal gobierno!, vemos ahora a malos gobiernos gritando a todo pulmón, ¡Viva el cura Hidalgo! O a los modernos revolucionarios, muchos de ellos gobiernos reelegidos, que, emulan la columna que salió a combatir, precisamente, la reelección de los malos gobiernos encabezados por Porfirio Díaz. ¿Cuánta insolencia perniciosa acumulada, deben tener las clases económicamente dueñas del país, como para maquinar tamaña burla oficial contra el pueblo?

Y aún hay más. Sostengo que la conmemoración que refiero a la Revolución Mexicana, tal y como se celebra hoy en casi todos los lugares, sobre todo en las escuelas públicas de distinto nivel, induce premeditada y maliciosamente, a suponer una sola y única fecha: el 20 de noviembre; promoviendo así, el olvido intencionado a toda la inconformidad social de los mexicanos que había ya acumulada; pero también, haciendo desfilar con todos los honores, a un número muy limitado de personajes promotores del cambio social conseguido, seleccionados y autorizados por quienes se han arrogado el derecho de dictar, incluso, lo que hay que poner en la historia para consumo popular; vemos a Madero, Villa, Zapata, Carranza, y, como escenografía mal acomodada, unas cuantas y modernas Adelitas. Todo esto en medio de la “música revolucionaria” para adosar mejor la píldora adormecedora.

Pero, ¿qué hubo antes, como germen fundamental de esta gesta revolucionaria? ¿Qué, de los otros, que junto con el pueblo ofrendaron su vida para llegar al 20 de noviembre y sus momentáneas exitosas consecuencias? Y lo más importante, ¿qué hay hoy, de benéfico para el pueblo por haber ofrendado tantísima sangre en aras de una vida mejor? Y es aquí, donde hoy, con mi limitado y consciente entendimiento, yo quiero contribuir. No hay peor crimen, digo yo, que el que comete aquel que, en aras de su comodidad interesada, niega o mutila para conocimiento de la posteridad, la historia de las luchas libertadoras que sus semejantes dieron en búsqueda de una patria más justa, equitativa y soberana, misma historia que los poderosos de hoy, maquillan, manipulan o mutilan para antojo de sus intereses clasistas.

Opino que, si hemos de aceptar que la inconformidad principal que acumuló y motivó el inicio de la Revolución de 1910, fue el lema aquel de “¡Sufragio efectivo, no reelección!”, deberíamos entonces referirnos también, a los otros antirreeleccionistas que hubo ya antes que Madero y sus seguidores. Me refiero a los hombres y mujeres patriotas que, historiadores como el chileno Claudio Lomnitz, calificaron en sus obras como, “La generación de 1892”. Caben en esta generación, personajes tales como Camilo Arriaga, Juan y Manuel Sarabia, Librado Rivera, Antonio Díaz Soto y Gama, Filomeno Mata, Santiago de la Hoz, Alfonso Cravioto, Antonio, Andrea y Teresa Villarreal, Lázaro Gutiérrez de Lara, Juan B. Gutiérrez de Mendoza y otros, muchos otros; pero, sobre todo, también caben Jesús, Enrique y Ricardo Flores Magón.

Se sabe que el Porfiriato gobernó a México del 28 de noviembre de 1876, al 25 de mayo de 1911. Pero las primeras consignas contra la reelección de Díaz, se escucharon ya por primera vez en el mes de abril de 1892, entre los estudiantes de la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia; y los promotores de entonces fueron, precisamente, “La generación del 1892”, sobre todo, los hermanos Flores Magón. Fue el 24 de abril cuando los estudiantes fundaron el Comité de Estudiantes Antirreeleccionista. Y el 1º de mayo, el movimiento había ya adquirido bastante fuerza, y el gobierno decidió enviar a la policía a destruir las pancartas antirreeleccionistas que los estudiantes habían colocado por toda la ciudad de México.

Pero la agitación estudiantil estalló totalmente el 15 de mayo en una manifestación que se inició en la tumba del presidente Benito Juárez, y fue creciendo conforme se dirigía hacia el centro de la ciudad, donde se enfrentaron a la policía. En las consignas no había duda: “¡Muera el centralismo!”, “¡Abajo la reelección!”, “¡Viva la no reelección!”. La tercera manifestación se realizó el 17 de mayo en el interior de la Escuela Nacional Preparatoria, mientras pequeños grupos de jóvenes hacían breves protestas sorpresivas en varias partes de la ciudad. Pero la represión policiaca fue mucho mayor: 27 líderes del movimiento fueron detenidos, entre ellos los Flores Magón; y se clausuraron temporalmente los periódicos El Monitor Republicano y El Hijo del Ahuizote, publicaciones que habían apoyado a los estudiantes.

Muchos estudiantes quedaron detenidos temporalmente; otros fueron expulsados de la escuela. La policía montada también disparó contra la multitud. Se desconocía el número de manifestantes heridos o muertos, tal como dejó asentado J. Barrera Bassols en su obra sobre Ricardo Flores Magón. Enrique, por su parte, al escribir sobre el suceso, afirmó que, “La noticia del arresto de los estudiantes y su probable muerte a las altas horas de la noche, conmovió a todos como una corriente eléctrica”. Y el mismo Ricardo, en una de sus últimas cartas que escribió desde la prisión de Leavenworth, donde fue asesinado en 1922, dejó dicho: “¿Te he dicho alguna vez que el 16 de mayo de 1892 un populacho indignado me salvó, así como a cerca de sesenta estudiantes, de ser fusilados, amenazando el populacho atacar el Palacio Municipal de la ciudad de México en donde estábamos prisioneros, como resultado de una demostración contra la dictadura de Díaz? Ésta fue mi primera experiencia en la lucha.”

Pero, no obstante, esto, Porfirio Díaz logró aplastar el movimiento y consiguió su reelección. Sin embargo, la primera estocada ya estaba adentro. A finales de octubre de 1892, las tropas federales tuvieron que masacrar, para poder someter, a los duros rebeldes campesinos del pueblo de Tomochi en Chihuahua. Heriberto Frías nos dejó los detalles en su obra. Por otro lado, en las mismas fechas, en el periódico El Demócrata, se publicaba acerca de la terrible devastación producida por el ejército en otra población rebelde: Papantla, Veracruz. Y daba cuenta también de otra rebelión más, esta vez en Temósachic, Chihuahua. La mecha ya estaba encendida, y el polvorín explotó en 1910.

He aquí pues, algo de lo que no se dice en cada 20 de noviembre. ¿Por qué el gobierno esconde el papel tan protagónico que tuvieron los estudiantes en la gesta revolucionaria que refiero? He oído decir que, pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla. Aplica. Pero ya vimos que los gobiernos tiranos no duran para siempre. Y ya es tiempo de que la juventud vuelvan a creer en la Revolución.

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