Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Yo aseguro que nadie que se diga humano, aunque así lo quisiera, podrá jamas negar el papel tan indispensable que ha tenido la mujer, sobre todo en su carácter de madre, en la perpetuación de la especie misma. La madre es, a no dudarlo, no sólo donde empieza la vida misma, sino, además, el primer aliento como alimento que recibe la especie humana. Literalmente nos comemos a nuestra madre para vivir, cuando llegamos al mundo. Y si por ella fuera, nos daría a pedazos su humanidad entera hasta el último de nuestros días. Por eso es que creo yo, que para homenajear a la madre, no bastarían nunca todos los días de nuestra existencia, así fuera esta una eternidad si fuera posible. ¡Gratitud eterna para todas las madres!
En un documento similar a este de hace ya varios años, hablando entonces del papel tan indispensable que históricamente tiene la mujer, sostuve lo que hoy quiero recordar con motivo del recien pasado homenaje a las madres.
Dije en aquel entonces que, conforme a mi escasa pero sincera capacidad de análisis, consideraba que no conocía yo un trabajo tan humanista y educativo, pero al mismo tiempo tan científico, que rescatara la esencia de la verdadera importancia histórica que ha tenido la mujer para la humanidad hasta nuestros días; como el magnífico documento escrito por el pensador y economista alemán Federico Engels en 1884, titulado, “El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”. Les comparto a mis pacientes lectores que, es sorprendente leer allí, las inéditas conclusiones a que llega este insigne pensador del siglo XIX, en relación al origen del empoderamiento del sistema patriarcal de la sociedad, que, no sólo marcó el fin tragico del matriarcado, sino que, inauguró además con ello, la era del feroz sometimiento y maltrato histórico que ha sufrido el sexo femenino, sobre todo de las madres, inmerecidamente hasta nuestros días. Dicho trivialmente pues, considero que se explica científicamente en esta obra, el origen de lo que hoy conocemos como el machismo, y por consecuencia, también, el origen mismo del feminismo, tan de moda, por cierto, en nuestros días.
Pero, hablar de esta obra tan importante que hoy cito y recomiendo, no es hablar únicamente del genio tan humanista que caracterizó a Federico Engels en su tiempo. Nada de eso. Humilde y honesto como todos los grandes genios inigualables en su tipo, nos dijo en el prefacio a la primera edición de su obra, a manera de homenaje póstumo, acerca del verdadero manantial científico y sociológico que inspiró su labor de investigación sobre la familia y su desarrollo ulterior; ese manantial de ciencia fue Carlos Marx, su entrañable amigo y compañero fallecido en 1883, con quien dedujo las conclusiones materialistas de la historia.
Conforme a la obra que hoy nos ocupa, es importante saber que nadie, hasta 1860, se le había ocurrido siquiera pensar en una historia de la familia. Hasta entonces, las ciencias históricas se hallaban aún bajo el dominio de la influencia de los cinco libros de Moisés, también llamados Pentateuco, donde la forma patriarcal de la familia no sólo era admitida sin reservas como la más antigua, sino que, además, se la identificaba con la familia burguesa de nuestros días; de modo que, parecía como si la familia nunca hubiera tenido ningún desarrollo histórico. Pero el genio de los pensadores que cito, amparados en las investigaciones y descubrimientos de Lewis H. Morgan, que datan de mucho antes de lo expuesto en el Pentateuco, no sólo rescató históricamente el verdadero e indispensable papel asumido por el matriarcado (la mujer), en las postrimerías de la sociedad primitiva, sino que, demostraron también, la verdadera causa de su inevitable extinción a manos de la propiedad privada de los primitivos medios de producción.
Amparado pues, pero sobre todo animado por lo que aprendí de los creadores del análisis materialista de la historia, quiero dejar aquí mi humilde opinión, pero sobre todo, mi preocupación, por lo que estamos mirando ahora en casi todos los días, en relación a las batallas campales que hacen algunas mujeres que se dicen defensoras del feminismo, contra toda autoridad gubernamental, y su correspondiente represión, haciendo tabula raza del genero masculino sin consideración.
Hoy, ya es fácil ver, que pareciera que el moderno matriarcado sobreviviente, envuelto en los diversos movimientos feministas de nuestros días, pugnara por abrirse espacio entre los resquicios dejados por el dominio patriarcal de la sociedad moderna. Sin embargo, creo, a riesgo de equivocarme, que sería un craso y fatal error pensar, que la batalla a emprenderse para rescatar la vida, la dignidad y los derechos pisoteados de la mujer, debe darse entre los sexos, es decir, una batalla campal del sexo femenino contra el masculino, representante último de lo que entendemos hoy por machismo.
Sostengo que, por mucho que se merezca el gobierno actual todo aquello que se le gritó cada 8 de marzo, la batalla que se requiere dar hoy, debe darse, pero en contra de todo el sistema económico de producción capitalista y sus consecuencias, llamado también, sistema de libre mercado o neoliberalismo. Es este modelo económico feminicida que hoy gobierna gran parte del mundo, el verdadero causante de las desgracias sufridas por las mujeres maltratadas, violadas, desaparecidas y asesinadas a manos de cierto machismo, entendido este, como parte de la filosofía que ampara a las clases económica y políticamente dominantes.
Pero este sistema también es, la causa de las desgracias sufridas por los hombres maltratados, explotados, violados, torturados y asesinados por doquier. Recordemos que la pobreza y la miseria extremas hasta la degradación, ocasionadas por el sistema económico que arriba describo, como la muerte, no distingue sexos, ni color ni religión ni nada. Por esto es que yo digo, que, para enfrentar a tal hecatombe que padece gran parte de la humanidad, hará falta no sólo la unión, sino también la coordinación y organización consciente y decidida, de todos los hombres y de las mujeres en batalla común por sus derechos, su libertad y su vida.
Desviar el objeto de la batalla, para enfrentar a mujeres pobres y maltratadas, contra hombres pobres y maltratados, parece más bien, a no dudarlo, una estrategia de los verdaderos opresores, que de los oprimidos maltratados mismos.
En el prefacio de la obra que cito líneas arriba, se puede leer lo siguiente: “Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo (y de la mujer, aclaro yo), [es decir], la continuación de la especie.”
Ya desde aquí se pude entender claramente, el espíritu humanista con que las mentes más destacadas del siglo XIX, miraban el problema de la necesaria coexistencia social de los sexos, como condición esencial de su existencia misma. Pues, es inminente entender, que, conforme a lo que miramos fácilmente ya hoy, nada, absolutamente nada, se puede producir ni mucho menos reproducir, sin la participación infaltable de los hombres y las mujeres en conjunto y comunión. La reproducción de la especie humana misma, como ya quedó dicho, es un ejemplo tangible y natural de lo afirmado.
Sumémonos y organicémonos para salvar a la humanidad. Ese será, hoy y siempre, el mejor homenaje que podremos ofrecer a todas las madres de todos los tiempos. Que así sea.