Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Consummatum est. Alea iacta est. Defendamos la Constitución. La primera locución latina con la que comienzo el trabajo de hoy, es una expresión de uso actual que significa literalmente “se acabó todo”, o, “todo está cumplido”. Se dice que, según la “Vulgata” latina, que es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, escrita en el año 382 d. C. por Jerónimo de Estridón, se le atribuye al Apóstol Juan el haber afirmado que, “consummatum est”, fueron las últimas palabras que Cristo pronunció antes de morir torturado en la cruz. Las traducciones actuales dicen que también se emplea a propósito de un desastre o de un gran dolor. Yo, que no quiero pasar por pesimista apresurado, la uso, con el perdón del atrevimiento, en los términos que se le atribuyen al nazareno, es decir, pensando no sólo en la fatalidad, sino, más bien en lo que viene siempre después.
Todo lo antes dicho, lo pongo aquí con motivo de los resultados del reciente pasado proceso electoral, que, dígase lo que se diga, y a pesar de las múltiples promesas de bienestar que se hicieron por todas las fuerzas políticas triunfadoras, aseguro que, hablando por los colimenses más pobres, ya nada será igual. Es cierto que, como seguro muchos dirán, esto significa un gran cambio inevitable, pero, no olvidemos que, como en las velocidades de los coches, la reversa también es un cambio.
Pero como dije arriba, consummatum est. Y, para garantizar que el cambio prometido por los ganadores en la elección no resulte ser un mero retroceso social, a los mexicanos ya sólo nos queda la defensa de la Constitución Política, es decir, de la Carta Magna que garantiza los derechos y obligaciones de todos. ¡De todos!, dije, incluidos también los que ahora serán gobierno.
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Sin embargo, conforme a la experiencia que ya se ha vivido en otros estados, pero también en todo el país, afirmo que es muy seguro, que dos tendencias claras se podrán apreciar entre los que asumirán los gobiernos en Colima en los próximos meses: 1) por un lado, los que usarán al pueblo para legitimar su política de falsa austeridad contra la corrupción; y 2) por el otro, los que usarán al pueblo, pero para encubrir y defenderse del carácter persecutorio de esa política de falsa austeridad contra la corrupción. Si los gobiernos morenistas que resultaron triunfantes, aplican sin más la 4ªT en Colima, los veremos entonces en los próximos tres años, muy ocupados persiguiendo políticos corruptos, mafiosos y neoliberales; y en los otros tres años siguientes, ocupados también, pero ahora haciendo campaña electoral desde el Gobierno. ¿Y el pueblo?, ¿y las promesas de campaña?, ¿y el bienestar? Es en estas interrogantes donde realmente queda la incertidumbre.
Pero, históricamente el pueblo ha tenido siempre de su lado la Constitución. Es ésta la Ley de todas las leyes mexicanas que debe estar por encima de gobiernos y de colores. Afirmo que, para hacer cumplir las promesas de campaña a todos los candidatos triunfantes, es preciso y necesario exigir que cumplan con lo ordenado por la Constitución. ¡Exigir que la cumplan!, dije, porque, de interpretaciones mañosas ya estamos sobrados.
Y para exigir esto, la Constitución misma nos dice cómo. Dos artículos de la Carta Magna quiero recordar aquí, porque pueden ser éstos (para amparar a muchos otros), a los que debamos atenernos no en pocas ocasiones para defender nuestros derechos, ante los gobiernos que se dicen distintos y mejores que los demás. Veamos.
Dice literalmente el artículo 8º: “Los funcionarios y empleados públicos respetarán el ejercicio del derecho de petición, siempre que ésta se formule por escrito, de manera pacífica y respetuosa; […]. A toda petición deberá recaer un acuerdo escrito de la autoridad a quien se haya dirigido, la cual tiene obligación de hacerlo conocer en breve término al peticionario.” ¿Acaso sea necesario que la Constitución misma especifique, y ordene a las autoridades que respeten el derecho a pedirles algo a lo que están obligadas? Tal vez se pregunte alguno de mis escasos lectores. Pues sí que lo es, y hoy , por lo que ya vivimos, más que nunca. Cuánta razón tuvieron los constituyentes de 1917, hasta parece que ya sabían que un día nos gobernaría la 4ªT.
Afirma por su lado el artículo 9º lo siguiente: «No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito; pero solamente los ciudadanos de la República podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del país. Ninguna reunión armada, tiene derecho de deliberar.” Y he aquí el derecho (y la obligación), a la organización de todos los mexicanos. Por tanto, viola la ley todo aquel gobierno que se proponga por definición, la persecución de las organizaciones libres que quiera darse para sí el pueblo en general.
También dice así este artículo que cito: “No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto, a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee.” Y aquí tenemos también, el derecho a la protesta, es decir, a la movilización pacífica. ¡Sí!, ahora estoy seguro que los constituyentes nos legaron la Constitución para frenar los intentos dictatoriales de la 4ªT.
Si es que logramos entender la esencia de los derechos y las obligaciones, que se encierran en tan sólo estos dos artículos que he citado, se podrá saber entonces, por qué digo que, históricamente el pueblo ha tenido siempre de su lado la Constitución.
Luego de los resultados electorales pasados, es inevitable el esfuerzo de todos los colimenses por asimilar, e intentar definir aunque sólo sea con la imaginación, el cambio que se nos ofreció. Las promesas de bienestar fueron muchas, pero, si alguien sabe y entiende bien lo que son las promesas de campaña, es precisamente el pueblo que las sufre. Luego de la conmoción de las campañas electorales que vivimos, ya sólo nos queda esperar lo que viene. Pero, nunca hay mal que por bien no venga. Esperemos pues, ver las buenas nuevas que nos prometieron. De lo contrario, defendamos la Constitución.
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