Por Luis Enrique López Carreón         Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En la semana que recién terminó, leí con asombro dos notas periodísticas en relación a la pobreza que se padece en México, que, si las comparamos con cuidado, evidencian contradicciones fundamentales que confunden mucho a los mexicanos pobres, poco familiarizados con temas de economía política. Pero la confusión que refiero resulta aún mucho más confusa, cuando tenemos ahora que los ricos y sus analistas a sueldo, pretenden saber mucho más del origen y las consecuencias de la pobreza, que los pobres mismos, a quienes pretenden convencer de lo inevitable y fatal de su situación.

Vemos las notas. La primera es una opinión de la columnista Viri Ríos del periódico Milenio, que publicó su trabajo el día 8 de agosto pasado. Dijo así la catedrática: “Si tus ingresos laborales no te alcanzan, no estas solo. En México hay 12.3 millones de jefes de familia que se encuentran en “pobreza laboral”, es decir, cuyos ingresos laborales no les alcanza para alimentar a sus familias. Esto significa que, para comer, tienen que pedir prestado, o recibir transferencias como remesas, apoyos sociales u otros.” Concluye la periodista afirmando: “Esto es grave porque muchas personas dependen de ellos. De hecho, si consideramos a sus dependientes, nos daremos cuenta de que por cada jefe de familia en pobreza laboral hay otras 2.4 personas en pobreza con ellos.”

Indudablemente que aquí nos encontramos con un enfoque del aumento inminente de la pobreza en nuestro país, usando para ello el moderno eufemismo llamado “pobreza laboral”. Si por cada jefe de familia en pobreza laboral hay otras 2.4 personas en pobreza con ellos, tal como afirma la columnista; tenemos entonces que esto suman 29 millones 520 mil mexicanos en pobreza. Si tomamos en cuenta que esta es sólo la situación que viven los jefes de familia con empleo oficial poco remunerado, ¿qué decir de entonces, de los 1.6 millones de personas que permanecen desocupadas, y los 4.3 millones que estuvieron subocupadas, según datos de Inegi al primer trimestre de 2023? Y, además, ¿qué hay de los 32.2 millones de personas que trabajan en el sector informal?

La otra nota apareció el mismo día en el periódico El Universal, y se tituló así: “8.9 millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2020 y 2022, según Coneval”; y se informó ahí que “El número de personas en situación de pobreza en México pasó de 55.7 a 46.8 millones de personas entre 2020 y 2022, lo que significa una disminución de 8.9 millones, informó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)”. Mas adelante en la misma nota, también se dijo que la pobreza extrema también bajó, ya que registró una caída de 1.7 millones de personas libres de esta situación.

Entonces, ¿qué hay con la pobreza en general? Si nos atenemos a los datos del Coneval, parece ser que la pobreza está disminuyendo. Pero, si analizamos con detenimiento los datos aportados por el trabajo de la columnista Viri Ríos, es claro que la pobreza aumenta, incluso ahora, entre los que tiene un empleo formal, y se llama pobreza laboral. ¿Cómo saber aquí, quien dice la verdad, y quién miente, sobre la verdadera realidad social que se está viviendo en el país?

Opino aquí, que para entender un poco lo que verdaderamente sucede en todo lo que ya hemos visto, es necesario atenernos a la enseñanza aquella que dice, que, en una sociedad dividida en clases sociales, las ideas dominantes serán siempre las de la clase dominante.

México, como la mayoría de los países del mundo, no es la excepción. Las clases económica y políticamente dominantes se disputan hoy, como nunca antes en la historia reciente, el control ideológico y político de la población más pobre y desamparada de la nación, y para ello, echarán mano de todos cuanto tengan a su alcance; y las opiniones manipuladoras acerca del origen y consecuencias de la pobreza, no serán la excepción.

Pero no nos confundamos. Es algo ya muy conocido, que la pobreza apareció justamente en una parte importante de la sociedad primitiva, en el mismo instante en que unos pocos se apoderaron por la fuerza, de los rudimentarios instrumentos o medios de producción. Es cierto que el trabajo es la fuente de toda riqueza, pero sin medios de producción el trabajo no puede hacer tal milagro. Desde entonces y hasta ahora, si me lo permite la trivialización del tema, la definición se mantiene: pobre, es todo aquel ser humano y su familia, despojado de los medios de producción más elementales para producir; y rico, todo aquel que los posee y mantiene productivamente en su poder para su provecho.

Carlos Marx escribió alguna vez en una de sus obras lo siguiente: “En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales”. Estas relaciones de producción, me permito agregar yo aquí, son relaciones de propiedad, que se establecen entre los intereses del dueño de los medios de producción, por un lado, y los del dueño de la fuerza de trabajo, por el otro. Esta relación de propiedad, que comienza en el ámbito netamente económico, termina por apoderarse también inevitablemente del ámbito ideológico y político de la sociedad. El interés de todo patrón es, inevitablemente, que el trabajador trabaje más horas con igual o menos salario; el trabajador, por su parte, deseará siempre trabajar un poco menos de tiempo y ganando más.

Y aquí es donde aparece los análisis, definiciones y eufemismos confusos acerca de la pobreza, creados por las clases ricas, económica y políticamente dominantes. Aquí es donde los ricos pretenden dar cátedra a los pobres acerca de la pobreza. Porque, para hacer que el trabajador regrese todos los días y a la misma hora a su centro de trabajo, no obstante, la inceante explotación y miseria en la que viva y en la que se le somete, es necesario, no sólo que viva en suma pobreza, sino que, además, precisa también que viva confundido y en aparente conformidad.

Pero la salida también es inminente. “Si los de abajo se mueven, los de arriba se caen” dice el pueblo trabajador para su consuelo, y es cierto. Pero el movimiento debe ser consciente, constante, y en torno a una verdadera organización popular; esa es la condición infaltable.

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