Por Luis Enrique López Carreón.  Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En algún lugar de una página oficial del gobierno federal leí, que los derechos humanos, son el conjunto de derechos y libertades fundamentales para el disfrute de la vida humana en condiciones de plena dignidad, y se defienden como intrínsecos a toda persona por el sólo hecho de pertenecer al género humano. Estos derechos establecidos en la Constitución y en las leyes, que deben ser reconocidos y garantizados por el Estado, son universales por ser inalienables de todos los seres humanos. Universales, porque deben ser aplicables a todas las personas sin distinción alguna, es decir, no importa la raza, color, origen étnico o social, religión, idioma, nacionalidad, edad, orientación sexual, discapacidad o cualquier otra característica distintiva. Son inalienables, porque a nadie pueden cancelársele o destituírsele y, al mismo tiempo, nadie puede renunciar a ellos, puesto que son inherentes a las personas.    

 

Pero este concepto básico sobre los Derechos Humanos me parece utópico por inalcanzable, pues pretende tratar a los seres humanos como iguales, cuando, el moderno modo de producción los ha tornado diferentes. Además, confunde tal vez con intención, el deber ser con el ser; en otras palabras, confunden lo que debería ser con lo que realmente es.

 

Si aceptamos, como escribió Federico Engels en el Prefacio a una de sus obras más conocidas, que, según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata, deberíamos aceptar también entonces, que los derechos humanos fundamentales son creatura misma de los agentes participantes en esa producción y reproducción. Pero no olvidemos, que el marxismo considera también al ser humano en dos acepciones: como ser real de carne y hueso; y como resultado de la historia económica, o sea, de la producción de la misma historia. Es decir, considera al ser humanos con sus derechos, como debería ser; pero también como lo que realmente es.  

 

Para definir un poco más esto último que digo, y ateniéndonos a una de las dos acepciones que ya quedaron dichas, rescatemos lo que Lenin, el principal organizador de la revolución rusa de 1917, dijo en una de sus obras acerca de la teoría creada por Carlos Marx:

 

“Todo mundo sabe que, en cualquier sociedad, las aspiraciones de los unos chocan abiertamente con las aspiraciones de los otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra la lucha entre pueblos y sociedades y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo ha dado con el hilo conductor que permite descubrir la lógica en este aparente laberinto y caos: la teoría de la lucha de clases.”  

 

Y así es. Marx y Engels lo dejaron dicho en el Manifiesto Comunista: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (exceptuando la historia de la comunidad primitiva, añadió Engels más tarde) es la historia de la lucha de clases.”  

 

Por tanto, ateniéndonos a la realidad que vivimos, es decir, a la teoría marxista de la lucha de clases, no es posible bajo ninguna circunstancia, al menos bajo el modo de producción capitalista que hoy sufrimos, que los Derechos Humanos puedan ser verdaderamente universales ni mucho menos inalienables como sostiene la predica adormecedora de conciencias al uso. Las clases económica, ideológica y políticamente dominantes, se han arrogado para su uso y disfrute, gracias al poder que detentan, todos, absolutamente todos los derechos humanos, y de todo tipo, que han existido y que existen por ahora.

 

Para que las clases sociales económicamente dominadas, puedan hacer uso pleno de los derechos y libertades que la Constitución les otorga por escrito, hará falta cambiar el modo de producción vigente mismo, por uno más justo y equitativo para todos. De lo contrario, todo lo que se diga y escriba sobre ello, no pasará de quedar como papel remojado por abundante saliva.

 

Y Ahora, paso a dar dos ejemplos acerca de lo que ya dije.

 

Primeramente, veamos el tema de la falta de seguridad; pues, dada la tremenda ola de violencia que nos azota a todos, ¿quién se encargará ahora de cuidarnos, si los policías, encargados de semejante tarea andan sumamente ocupados en cuidarse ellos mismos? El medio Diario de Colima lo dijo así en una nota del día 23 de abril pasado: “Los propios datos oficiales revelan que el año 2023 se ha convertido en el período más letal para los policías en el estado de Colima, bajo la administración de Indira Vizcaino Silva. En total, 35 agentes de policía perdieron la vida de manera violenta durante el mandato actual. Este fin de semana, policías de Villa de Álvarez pidieron a la autoridad portar sus armas, pues los asesinatos de sus dos compañeros [los más recientes] ocurrieron cuando estaban en sus días de descanso y no llevaban armas con qué repeler la agresión de la que fueron víctimas.”  

 

Y luego tenemos la falta de salud suficiente. ¿Quién nos curará, si ahora hasta los médicos salen a protestar por falta de insumos para atender la salud? El medio Colimanoticias dio la nota así: “Este martes 14 de mayo se cumplen seis días de manifestaciones por parte de personal médico, administrativo y de enfermería del Hospital Regional Universitario debido a la falta de insumos, material de curación, medicamentos, de equipamiento de tomografía, rayos “X” y laboratorio”.

 

La razón a los protestantes se la dio la misma gobernadora el día de hoy en una nota en el mismo medio citado: “Gobierno de Colima garantiza abasto; Invierten 47 mdp en adquisición de medicamento”. ¿Dónde tenían entonces el dinero que aparecieron después de la protesta, que no lo invertían a tiempo para garantizar la salud de los colimenses más desamparados?  

 

Lo dicho, bajo los gobiernos al servicio del gran capital, los derechos no son universales ni mucho menos inalienables, y son solo privilegio para unos cuantos. Pero el remedio no es imposible. Cambiar los gobiernos de ahora por gobiernos más humanos, es comenzar a cambiar el modo de producción que les da sustento. La tarea no es fácil ni de efecto inmediato, pero no tenemos de otra. Pongamos mano a la obra.

Colima, Col., a 17 de mayo de 2024

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