Por: Luis Enrique López Carreón,
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
Por hoy, no me refiero aquí con el título de mi trabajo, a una de esas tormentas provocadas por la siempre nociva temporada de huracanes, que azotan invariablemente las costas del Océano Pacífico en todos los años. Esas terminarán, si los pronósticos oficiales del tiempo no fallan, con el próximos mes de noviembre. La tormenta a la que hoy me refiero, permitiéndoseme un poco de atropellada analogía, es a la generada por la situación política, económica y social, en la que estamos sumidos todos los colimenses a consecuencia del cambio de los poderes fácticos, que se han disputado, se disputan y se disputarán, el verdadero control y la verdadera gobernabilidad del Estado. Esa, no acabará pronto. Y, dígase lo que se diga, los damnificados aquí, como en todas las tormentas tropicales, serán también las humildes familias de los colimenses más desamparados.
Etimológicamente, la palabra tormenta (borrasca) viene del latín tormenta, plural neutro del singular tormentum (tormento, tortura), cuyo étimo, es el verbo latino torquere (torcer, retorcer), que, según su etimología, no tendría nada que ver con la raíz de “torno” y “tornar”. Aunque en el origen tormenta era un plural, ya en latín comenzó a usarse como singular. En castellano, la palabra tormenta está tomada del francés tourmente, que ya se utilizaba desde el siglo XII en el sentido de “borrasca súbita”, aunque actualmente, en francés este significado esta anticuado, y tourmente, se usa con el significado de “agitación tumultuosa” en contextos sociales y políticos.
Por otro lado, la Real Academia Española (RAE), junto con la acepción ya conocida y relacionada con el clima, define tormenta como: “Adversidad, desgracia o infelicidad de alguien”; “Manifestación violenta de un estado de ánimo excitado”; “Cantidad grande de algo, especialmente si es impetuoso y violento”. Y, finalmente, la define también como “Perturbación o agitación en algún aspecto de la organización política, económica y social.”
Pues bien, amparándome un poco en lo ya dicho, es que yo, como seguramente coincidirán muchos, digo que lo que se está sufriendo en Colima es, algo así como una trágica e inédita “tormentum social”; donde rescato todo aquello de “tormento” o “tortura” por especificar un poco, que están sufriendo los trabajadores que dependen del Estado para su sustento, pero también y sobre todo, como ya dije líneas arriba, que están sufriendo casi todos los colimenses.
Del abandono social y la ingobernabilidad sin comparación que vemos todos por esta “borrasca” social, cuyas consecuencias más visibles se están viviendo en los últimos meses del gobierno que se va con el último día octubre, ya son muy conocidas. Y, dado que ya me permití opinar sobre ello en documentos similares a este, nada ganamos entonces predicando aquí de nuevo como en el desierto. Recordemos que bajo nuestra moderna democracia, la ejecución del poder resulta también casi siempre clasista; y, por lo mismo, ya es muy sabido por todos también, que al pueblo sólo se le permitirá el goce y disfrute de todo aquello que los poderosos del momento, le quieran permitir como gracia por su mansedumbre y sacrificio. Sin embargo, ya la historia cobrará después las facturas correspondientes de ahora. Nada es para siempre.
Pero, lo que verdaderamente preocupa es lo que vendrá. Y, aunque es muy pronto para intentar hacer algún juicio a priori con alguna certeza, lo que estamos mirando casi todos los días ya nos permite sacar algunas conclusiones adelantadas, que nos dicen bien, que, de no variar el rumbo de los acontecimientos que se presentan en la actual batalla campal, de las principales fuerzas políticas que se enfrentan, se confirmará que los damnificados de la tormentum que defino, seremos todos aquello ya señalados.
Veamos algunas ideas para esclarecer mejor lo que digo. En el mes de julio pasado, cuando José Ignacio Peralta anunció la quiebra financiera del Estado, argumentado que Ley de Disciplina Financiera de 2017, obliga a los Estados a no heredar deudas de corto plazo, afirmó así: “[…] mientras yo inicié el gobierno recibiendo una deuda de créditos a corto plazo por 638 millones de pesos, a mí, la ley me obliga a no heredar deuda, el siguiente gobierno no recibirá este tipo de deudas que yo sí recibí”. Y luego dijo: “Pagar casi mil millones de pesos en créditos en los primeros 7 meses del año generó una presión financiera gigantesca para las finanzas públicas, que hoy deja a la administración estatal prácticamente sin recursos” (El Comentario, 29/7/2021).
Al no disponer de mayor informacion relacionada al tema, tres conclusiones se pueden suponer aquí. Primera, que el Gobernador conocía muy bien la Ley citada, y por lo tanto, también sus consecuencias futuras. Segunda, que con siete meses de anticipación, por lo menos, sabía de la presión financiera que sufría ya su gobierno. Y tercera, que la disyuntiva a que se enfrento fue la siguiente: dejar de pagar sus créditos a corto plazo y garantizar el pago y los apoyos a los colimenses, sufriendo él las consecuencias correspondientes; o pagarlos, y que las consecuencias correspondientes las sufran sus trabajadores y sus gobernados. Admito que todo esto es mera suposición, pero las consecuencias no lo son.
¿Y el Gobierno que viene? Aquí, llama sumamente la atención, que no hay día que no pase últimamente, que la Gobernadora electa no denuncie en todos los medios el tremendo desfalco atribuido a la administración estatal que se va. Y no es que la denuncia en sí me parezca mal. La deuda asciende, según casi todos los medios, a 11 mil 100 millones de pesos, y yo creo también que eso es algo muy condenable. Pero, ¿por qué, en vez de la guerra mediática (o junto con ella), no se le fincan responsabilidades legales al Gobernador saliente, para que no se vaya llevándose con él todo ese botín? Digo, la situación financiera del Estado no está como para que eso suceda.
Y aquí, la disyuntiva sería: o la Gobernadora hace que el gobierno saliente regrese todo ese dinero para beneficio de todos los colimenses, o no lo hace, y, como ya dijimos, las consecuencias las pagaremos todos por la insolvencia económica que vivirá el Estado. Ya veremos.
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