Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
El primero de diciembre pasado, no obstante, el latente peligro del Covid-19 con todas sus variantes igualmente peligrosas, el presidente López Obrador celebró sus tres años de gobierno con un zócalo repleto de seguidores llevados ex profeso al centro del país. En su discurso a toda la nación, los medios dicen que declaró así: «Lo más importante es que ya sentamos las bases para la transformación del país, entre todos. En tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo, que eso es lo más importante de todo, la revolución de las conciencias” (dw.com).
Al escuchar, y después leer con atención lo que dijo el señor presidente, experimenté, como seguramente lo hizo también millones de mexicanos, una especie de contrariedad por todo lo que se vive a diario en todos los rincones de la nación. Por más que me esforcé, y juro que lo hice sin prejuicio alguno, no encontré entonces por ningún lado, pero tampoco las encuentro hasta ahora, “las bases para la transformación del país” que dijo el presidente aquel día.
Acudí entonces, como acostumbro hacer siempre, a buscar en las líneas de los principales medios de comunicación, dado que la mayoría de ellos aparecen sin que uno las pida por encargo, en lo que se conoce hoy como “las benditas redes sociales”. Pero tampoco encontré nada parecido a lo dicho por el mandatario. ¿A cuál transformación se habrá referido el presidente? Pero lo más importante, ¿a qué país se refirió, cuando dijo que ya están sentadas las bases para su transformación? He aquí el México del presidente.
Porque, los indicios que vive la nación hoy son claros, y de ninguna manera se les pueden hacer pasar como preludios de bienestar o de transformación social próxima en beneficio de todos. Veamos un poco, pero tan sólo un poco, algo de lo que refleja bien a bien, el sentimiento de contrariedad que nos dejó el discurso presidencial.
El día 2 de diciembre pasado, el medio digital Dinero en Imagen dijo así:” El costo de la canasta alimentaria, la cual contempla productos considerados indispensables para la despensa del hogar, se encareció 0.7% mensual durante agosto, con lo que, en los primeros ocho meses de 2021, acumuló un incremento de 5.5 por ciento”. Esto significa un duro golpe para la economía de las familias más pobres, lo que quiere decir, menos comida para sus hijos.
Luego, el 3 de diciembre, el diario El Economista publicó lo siguiente: “Por tercer mes consecutivo, los salarios contractuales registraron un decremento debido a que el aumento negociado por los sindicatos quedó por debajo de la inflación, indicador que está en su mayor nivel en dos décadas.” Y aquí, no hay duda: menos ingreso para los trabajadores, significa mayor pobreza para todos. Mientras tanto, por otro lado, el portal esnoticiahoy.com, informaba así: “Tasa de desempleo en México se mantuvo en octubre: OCDE”: La tasa de desempleo en México no tuvo cambios de septiembre a octubre pasado, por lo que se ubica en 3.9% […]. Y la conclusión es obligada.
Después, el 4 de diciembre, en el periódico la Jornada leí así: “La inflación, en 7.37%; es la mayor en 20 años: Inegi”, y luego: “De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el incremento de precios en las mercancías alimenticias, 7.59 por ciento; de los energéticos, hasta 15.41 por ciento; de las mercancías no alimenticias, 6.86 por ciento; de otros servicios (loncherías, taquerías, fondas, restaurantes, telefonía, entre otros), con 5.6 por ciento; así como las frutas y verduras, que se dispararon 17.8 por ciento, fueron las mayores aportaciones a la inflación anual de noviembre.” Y aquí otra vez, las consecuencias las pagarán las familias más pobres.
El 5 de diciembre, en el periódico El Economista, encontramos otra nota que muestra un síntoma de las graves consecuencias de nuestra deplorable situación. El medio lo informó así: “Decrece la matrícula de la educación superior a nivel nacional”, y luego, informó que el retroceso es en relación a lo registrado en el ciclo escolar 2019-2020, es decir, el primer año de la pandemia.
Para el día 6 de diciembre, leí en el periódico La Jornada una nota que retrata de cuerpo entero la terrible situación que vive el país: “Niñas, las que más tiempo dedican a trabajo doméstico sin paga: Inegi”. La nota dice así: “En 2020, primer año de la pandemia, las niñas de entre 5 y 11 años de edad en México aportaron el mayor valor económico a labores domésticas no remuneradas y dedicaron más horas que los niños, por lo que dichas cifras fueron las más elevadas desde 2013, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares de México 2020.” Esto es una verdadera tragedia.
El 7 de diciembre, las notas resumieron así la situación que hemos venido señalando líneas arriba: “México, marcado por la desigualdad: los ricos ganan 30 veces más que los pobres”. El periódico El sol de México afirmó, que, según el informe World Inequality Report 2022, realizado por el Laboratorio de las Desigualdades Mundiales, esto convierte a México en uno de los países con más desigualdad en todo el mundo. Y, aunque no soy especialista en el tema, estoy muy seguro que la desigualdad social, nunca será, bajo ninguna circunstancia, “la base” que conduzca a la transformación social que se necesita, como no sea la de los ricos y potentados de siempre.
Y ya hasta aquí, tan sólo con estas pocas notas referidas, podemos ver muy claramente, que lo que se vive hoy en México, no es ni de lejos, lo que el presidente nos refiere en cada uno de sus discursos.
Pero, además, por otro lado, la corrupción, aquel monstruo que dijo el presidente que iba a combatir con su gobierno, no tiene comparación alguna. Mientras el 8 de diciembre, el periódico El Universal denunció que, entre 2017 y 2018, al menos 34 operadores de Morena cobraron mediante cheques de caja, 42 millones de pesos de un fideicomiso que debió ser para los damnificados del sismo de 2017, el día 10 de diciembre, Beatriz Pagés, de la revista Siempre, documentó un trabajo que tituló así: “El gobierno se ahoga en corrupción”, donde afirmó lo siguiente: “¿A qué tren se subió López Obrador? Al que ha intentado subir a todos los mexicanos desde que llegó al poder: al tren de la estafa”.
Entonces, ¿ya sentamos las bases para la transformación del país? Y aquí, ni modo, sólo queda terminar como dijo Raymundo Riva Palacio en uno de sus trabajos de opinión: El presidente está en las nubes.