Por Luis Enrique López Carreón
Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima
La tradición más difundida por el mundo dice que hoy es nochebuena, y que mañana será navidad. Pero, en mi opinión, la Navidad, tal como todas aquellas tradiciones conocidas hasta ahora, depende del tiempo, de la cultura predominante, del desarrollo de los medios con que los seres humanos se procuran su bienestar, y, sobre todo, de las clases sociales predominantes. Nada escapa al interes de las clases dominantes.
La palabra Navidad, en estricto sentido, procede del terminó latino “nativitas”, que significa nacimiento, y, como tal, se sabe que fue adoptada para una de las festividades más importantes promovidas por el cristianismo, junto con la Pascua de resurrección y Pentecostés. La solemnidad se celebra el 25 de diciembre, fecha adoptada para el nacimiento de Jesucristo en Belén; así lo promueve la iglesia católica, la iglesia anglicana, en algunas comunidades protestantes y en algunas de las iglesias ortodoxas. Pero, por otro lado, se festeja el 7 de enero entre algunas iglesias ortodoxas rusas, o la iglesia ortodoxa de Jerusalén, que no aceptaron la reforma hecha al calendario juliano, y adoptaron el calendario reformado por el papa Gregorio XIII.
Aunque la fecha exacta del nacimiento de Jesús de Nazaret no se encuentra registrada en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento (Biblia), el 25 de diciembre ha sido significativo en los pueblos de la antigüedad, que lo celebraban durante el solsticio del invierno en el hemisferio norte (desde el 21 de diciembre). Se dice que la adopción de esa fecha se realizó siglos después, empezando por el testimonio de Sexto Julio Africano en el año 221, acerca de la fecha de nacimiento en Judea y el calendario litúrgico del 354 después de Cristo.
Y he aquí pues el origen más difundido de la celebración que hoy nos ocupa. Otros investigadores afirman, que la celebración actual de la Navidad guarda muchas similitudes con las Saturnales que celebraban los romanos en honor al dios Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha, que originalmente transcurría, según nuestro calendario, entre el 17 y el 23 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno, el período más oscuro del año, cuando el sol sale más tarde y se pone más temprano. Las labores agrícolas finalizaban en esta época y los campesinos y los esclavos podían aplazar el trabajo cotidiano. se sabe que los romanos, como ocurre actualmente hoy en la Navidad, visitaban a sus familiares y amigos, intercambiaban regalos y celebraban grandes banquetes públicos. Durante estas fiestas, que se prolongaban durante siete días, los esclavos gozaban de una gran permisividad no vista durante la época de trabajo.
Se sabe que fue en el siglo XIX cuando la Navidad empezó a afianzarse con el carácter que tiene hoy día. Se popularizó la costumbre del intercambio de regalos y regalar también tarjetas de Navidad. Y fueron estas costumbres, precisamente, las que con el tiempo la mercadotecnia (en especial la norteamericana) aprovecharía, para expandir la Navidad por el mundo entero dándole un carácter distinto al religioso, y con temas que poco o nada tienen ya que ver con la tradicional y antigua celebración navideña.
Hoy, aunque se insista, ya no se puede decir que la celebración navideña es un evento común para todas las familias de la tierra. Y no lo es, atendiendo la diferencia cultural, religiosa o costumbrista de las mismas, nada de eso. La mercadotecnia sigue haciendo lo suyo, pero la diferencias económica y de clases, también.
Resulta groseramente paradójico, ver y oír al presidente López Obrador afirmar sin empacho alguno en su conferencia mañanera del pasado 22 de diciembre, lo siguiente: “No hay odio; si existe es muy mínimo, el pueblo está contento, la gente está feliz”. Y luego, ordenar por decreto la felicidad para todos: “que nadie, que nadie esté triste, que estén felices todos, que le demos gracias a la vida, al creador que nos ha dado tanto; deseo que haya mucha felicidad en todos los hogares…” (El Universal, 22/12/2021). No es que el deseo presidencial en sí me parezca mal, nada de eso. Lo que ya no me parece, es que lo diga de tal manera, es decir, como si no viera ni entendiera realmente el país que gobierna, el país en que vivimos.
Veamos una nota periodística que aquí rescato, para ilustrar lo que ahora digo.
El día 31 de octubre pasado, el medio digital Dinero en Imagen, presagiaba ya con anticipación lo que sería la celebración navideña para las familias de los trabajadores en este día, conforme a sus pobres ingresos. Su nota, que refleja la situación que vivían los trabajadores al principio de la pandemia, dice así: “Sólo 4 de cada 100 trabajadores gana más de 15 mil pesos al mes en México”. El medio afirmó que los datos son del Inegi, y que aparecen en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del primer trimestre de 2019, esto es, antes de los estragos económicos que ya conocemos, generados por la pandemia.
Según esto, el nivel de ingresos de los mexicanos era el siguiente: 4 de cada 100 trabajadores, el 4%, ganaba 15,429 pesos mensuales; 67 de cada 100, el 67%, ganaba entre 3,080 y 15, 429 pesos mensuales; 29 de cada 100, el 29%, ganaba entre 0 y 3,080 pesos mensuales. Bien puede decirse que esta era la situación de hace casi dos años; pero también digo, que nadie puede negar, que en materia salarial estamos peor.
Pero hasta aquí, sólo hemos hablando de los trabajadores activos, es decir, de los mexicanos con empleo, que, según el medio citado, sumaban 47 millones de trabajadores. No nos olvidemos, además, de los otros 30.9 millones de trabajadores que, según el mismo medio, laboraban en la informalidad, es decir, en el sector informal, es decir, los trabajadores subordinados que, aunque trabajan en unidades económicas formales, lo hacen fuera de la seguridad social. El nivel de ingresos de ellos, por su inseguridad, no será nunca mejor, aunque se diga lo contrario, que el ingreso de los trabajadores formales.
Y termino aquí. Es indudable que, la moderna celebración navideña de hoy, en todos y cada uno de los hogares mexicanos, dependerá fatalmente ahora más que nunca, del nivel de ingresos familiares. Y, por todo lo que ya quedó dicho, me temo mucho que ésta, no será una feliz navidad para todos, conforme a la tradición. Por lo demás, yo les deseo trabajo, salud y bienestar para todos, y que, de no tenerlo, luchemos entónces siempre juntos para conseguirlo. Nos veremos pronto.
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